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José Mujica pone a Canarias como ejemplo de acogida e integración

José Mujica, expresidente de Uruguay, participó en el foro celebrado en Córdoba. / JOSÉ LUIS CÁMARA
José Mujica, expresidente de Uruguay, participó en el foro celebrado en Córdoba. / JOSÉ LUIS CÁMARA

Considerado uno de los políticos más influyentes y mediáticos del panorama actual, el expresidente uruguayo José Mujica nunca deja indiferente a nadie en todas y cada una de sus intervenciones públicas. Su particular visión del mundo y sus controvertidas medidas impulsadas en su país durante el gobierno del Frente Amplio, lo han situado como una especie de tótem que genera por igual alabanzas y aversión, especialmente entre sus compañeros de profesión. Este fin de semana ha participado en el Congreso de la Sabiduría y el Conocimiento que se ha celebrado en Córdoba, donde atendió brevemente al DIARIO después de pronunciar una conferencia magistral sobre las aportaciones del filósofo y político romano Séneca (nacido, precisamente, en la ciudad de Córdoba) a la sociedad actual.

Al respecto, el veterano político charrúa dejó claro que “las lecciones del pasado son luz para el mañana si las sabemos aprovechar”. En este sentido, destacó la relación histórica entre Uruguay y Canarias, y el ejemplo de integración y acogida que han mostrado en varios periodos históricos, fundamentalmente en lo que se refiere a los movimientos migratorios entre el Archipiélago y el país sudamericano. Así, comparó la masiva salida de emigrantes con la actual crisis de los refugiados, un problema que tildó de “complejo”. “Europa está rica; por eso todo el mundo quiere venir aquí. Pero también es una Europa vieja, con una tasa de natalidad interna por debajo de la de envejecimiento, lo que a la larga podría suponer un peligro, ya que unos pocos tendrán que costear las pensiones de muchos”. Por ello, Mujica instó a la Unión Europea a aprovechar ese “desafío demográfico”, como hicieron en su momento el propio Uruguay, Argentina, México o Venezuela con los canarios, “que contribuyeron al desarrollo de América Latina”.

El expresidente uruguayo, que fue el presidente y senador más votado en la historia de su país, cargó duramente contra la clase política actual, especialmente contra aquellos que están en la política para “ganar plata”. “A estos habría que correrlos”, señaló enérgicamente. No en vano, insistió en que “la política debe ser una pasión y una hermosa adicción, no un medio para vivir a costa de ella”. “No es un negocio, por lo que hay que entender que te debe permitir vivir como a la mayoría de tu pueblo, sin más privilegios. Quienes aman la política y la sienten como una pasión, que no son todos, son los que deben hacer creer de nuevo a la gente”, espetó José Mujica.

Mujica. / DA
José Mujica. / JLC

El veterano político también aprovechó su alocución para dar su visión sobre el problema de Cataluña, del que dijo que se ha enquistado porque “España tiene el síndrome del nuevo rico”. “España debe tener la inteligencia suficiente para no cometer los mismos errores del pasado, quizá otros, pero no los mismos”. “Adoro todos los pueblos españoles, y también creo en la autodeterminación de los pueblos, y eso es algo que ni Uruguay, ni sus diputados, ni el Gobierno uruguayo pueden tener injerencia”. Mucho más explícito y claro se mostró Mujica sobre el sistema educativo actual y los problemas sociales que afectan a nuestro país.

“Ahora solo se piensa en preparar a gente útil para el mercado laboral, cuando en realidad en las escuelas habría que discutir sobre cosas más básicas como la felicidad. Y la Iglesia podría ayudar mucho en eso, en preparar gente libre; en enseñar a vivir, o por lo menos a intentarlo”.

Un guerrillero con alma de líder y espíritu de granjero

Nacido el 20 de mayo de 1935 en Montevideo, en el seno de una familia humilde y de descendientes vascos, José Mujica inició su carrera política muy joven en el Partido Nacional, del que fue secretario general de la Juventud con poco más de 20 años. En los años 60 se integró en el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, con el que participó en operativos guerrilleros, al tiempo que trabajaba en una granja, hasta que, requerido por la Policía, se refugió en la clandestinidad. Durante el gobierno de Jorge Pacheco Areco la violencia fue en aumento, hasta el punto de que en uno de los enfrentamientos con las fuerzas del orden Mujica resultó herido de gravedad tras recibir seis balazos. También fue apresado hasta en cuatro ocasiones, y en dos oportunidades se fugó de la cárcel de Punta Carretas. En total, Mujica pasó casi 15 años de su vida en prisión. Su último período de detención duró trece años, entre 1972 y 1985, siendo uno de los dirigentes tupamaros que la dictadura cívico-militar tomó como “rehenes”, lo que suponía que serían ejecutados en caso de que su organización retomara las acciones armadas. En esa condición, pautada por el aislamiento y por duras condiciones de detención, Mujica permaneció once años. En 1985, con el retorno de la democracia a Uruguay, fue puesto en libertad junto a otros presos políticos favorecidos por una amnistía. A partir de ahí inició una meteórica carrera política que lo llevó a la Presidencia del país a finales de 2009. Pese a su condición, vive en el campo, rodeado de cultivos, perros y gallinas, una vida casi imposible de imaginar para cualquier mandatario. Tampoco dispone de vehículo oficial, porque en su opinión “los políticos tienen que vivir como vive la mayoría, no como la minoría”. Sus controvertidas opiniones sobre cuestiones internacionales y sus atrevidas iniciativas (como la despenalización del aborto, la legalización de la marihuana y la aprobación del matrimonio homosexual, entre otros), lo han convertido en los últimos años en un icono para esa amplia mayoría ciudadana que ha perdido la confianza en la clase política.