El dardo

Natalidad crítica

Hace unos días se difundió la noticia: la natalidad ha alcanzado en Canarias un nivel crítico, ya que en nuestra comunidad autónoma apenas nace de media un hijo por mujer (estadísticamente, 1,04), según un estudio del Instituto de Política Familiar. Tan bajo índice de fecundidad, que en el conjunto del país alcanza 1,3 hijos por fémina, puede tener en el futuro consecuencias catastróficas para el relevo generacional, la adecuada estratificación de la población y el sostenimiento del sistema de pensiones. En unos pocos años, España se ha convertido en el país con mayor número de ancianos de Europa, y con el más bajo índice de natalidad: anualmente nacen 115.000 niños menos que hace 30 años, pese al aumento de la población y de la maternidad entre ciudadanas extranjeras. Las dificultades económicas familiares y el excesivo número de abortos se encuentran detrás del parón demográfico. Pese a su acusado descenso debido a la crisis, la inmigración ha venido aminorando la magnitud del problema, pero aun así sería necesario que cada año se produjeran unos 250.000 nacimientos más para asegurar el imprescindible relevo de generaciones.

Según el estudio de marras, el escenario demográfico que se avecina pone los pelos de punta, de seguir la actual evolución y el aumento de la esperanza de vida. Así, en 2050 uno de cada tres españoles tendrá más de 65 años y uno de cada nueve será mayor de 80, mientras por cada tres mayores de 65 habrá sólo cinco en edad activa. La población es asunto que da pie a la polémica, sobre todo entre biólogos y economistas. Unos creen que si la población crece mucho es una amenaza para el medio ambiente y a la larga sobrevendrá una catástrofe; otros, en cambio, opinan que con cada boca nueva que llega a este mundo viene también un par de manos para trabajar. En cualquier caso, es obvio que nuestra clase dirigente parece que tiene otras cosas en qué pensar y hasta ahora apenas ha prestado atención al ya crónico déficit de natalidad y al no menos arraigado envejecimiento poblacional. El remedio pasa, en el primer caso, por una nueva política de apoyo a la mujer y a la familia mediante ayudas, prestaciones económicas y desgravaciones fiscales por hijo, y en el segundo, por mejorar las condiciones generales de vida en la ancianidad.