SOCIEDAD

Payasos de hospital, al rescate

Sigrid Ojel y Laura Reyes forman parte de un equipo de seis artistas comprometidos que dan forma a la asociación DeNarices . / SERGIO MÉNDEZ
Sigrid Ojel y Laura Reyes forman parte de un equipo de siete artistas comprometidos que dan forma a la asociación DeNarices . / SERGIO MÉNDEZ

Cuando los payasos Macarroni y Tartaleta entran en la habitación de algún niño del hospital Nuestra Señora de Candelaria o del Materno Infantil de Las Palmas esta deja de ser una simple habitación de hospital para convertirse en un parque de atracciones, un hotel embrujado o un auténtico circo. Otras veces el cuarto se llena de música relajante, de canciones divertidas y actividades terapéuticas. Mientras tanto, la vida de Sigrid Ojel y Laura Reyes se queda aparcada en la puerta de estos centros. Solo una nariz de payaso las distancia de los historiales médicos de tantos niños de Tenerife y Gran Canaria, algunos más graves que otros. El objetivo no es solo sacarles una sonrisa, también los motivan a tomar una medicación o someterse a un duro tratamiento. Para conseguirlo, las actrices tinerfeñas solo cuentan con una herramienta: la imaginación.

El trabajo de Reyes y Ojel con DeNarices, una asociación de payasos de hospital y actores comprometidos nacida en Tenerife, es descontextualizar la hospitalización a los más pequeños y hacerle el camino más sencillo a sus familiares, además de colaborar con el personal médico. Al menos es así por ahora, porque Tartaleta y Macarroni tienen mucho entre manos. “Queremos trabajar en más hospitales, en centros de mayores, incluso en la cárcel”, apuntan. Su mayor obstáculo es el económico. “Nosotras tenemos que tener un empleo diferente para poder costear los gastos de la asociación”. Gastos que se traducen en materiales, impuestos y gasolina. Por eso, han emprendido desde hace un tiempo un plan de rescate. “Estamos buscando empresas o particulares que quieran colaborar con nuestro trabajo a través del patrocinio,convirtiéndose en socios o con microdonaciones de un euro al mes en la web Teaming.net, también en nuestra página denarices.org”. Todo esto porque las ayudas públicas aún no les llegan. “Queríamos comenzar con el proyecto aunque no podíamos acceder a ayudas, somos una asociación muy joven”, explican. En marzo de este año comenzaron a trabajar en La Candelaria y en julio en el Materno Infantil de Las Palmas.

Las actrices se convierten en Macarroni y Tartaleta. / S. M.
Las actrices se convierten en Macarroni y Tartaleta. / S. M.

Sigrid Ojel (directora de DeNarices) quiere profesionalizar su labor, con todo lo que esto significa. “No queremos que esto sea un trabajo voluntario y puntual, queremos que se vea como una profesión, porque nosotros somos trabajadores sociales”. Por eso, como requisito para formar parte de DeNarices piden, al menos, formación académica en artes y un currículo demostrable.

El germen de DeNarices está en la extinta asociación Hazmerreír. Antes, Ojel estudió cómo ser un buen payaso de hospital con Sergi Estebanell, de PallaPupas, y Pepa Astillero, de Pupaclown, asociaciones de payasos muy reconocidas a nivel nacional. Actualmente, la organización tinerfeña está compuesta por siete artistas comprometidos: cuatro actores (Sigrid -Macarroni-, Laura -Tartaleta-, Andrea Ferrán -Insulina-, Fidel Arenas), una fotógrafa (Concetta Rizza), el diseñador web (Carlos Martín) y un colaborador que hace las veces de gestor (Marcos Martín Muñoz).

La asociación trata a niños desde 15 días de nacido a 14 años. /  Etta Rizz
La asociación trata a niños desde 15 días de nacido a 14 años. / Etta Rizz

En Canarias existen en la actualidad otras dos asociaciones con el mismo objetivo: Hospitran en Fuerteventura y Theodora, que cuenta con payasos en todo el mundo y que en Canarias trabaja en Tenerife y Las Palmas igual que DeNarices: “Los lunes cogemos el barco de las 6.30 de la mañana para estar en Las Palmas, y el martes nos toca en La Candelaria. Mientras que Theodora pasa los jueves por Tenerife y también van a Las Palmas”.

“Nosotros no hacemos espectáculos, sino intervenciones con una duración indeterminada”, aclaran. Todo depende del caso, del estado de ánimo de los pequeños o de la implicación del padre. Cada semana trabajan con niños desde 15 días de nacido hasta adolescentes de 14 años. “Los mayores tienden al rechazo incialmente, por eso, tenemos que aprender a oírlos, ver lo que les gusta, investigar”, señala Sigrid. Un trabajo que se llevan a casa, sobre todo, cuando topan con casos difíciles, como un niño sordociego o un pequeño con autísmo.

“No somos héroes”, dicen las jóvenes. Quizá porque en ese momento no tenían puesta su nariz de payaso.