tribuna villera

Pepe Dámaso, el arte de vivir pintando

El anunciado legado del patrimonio artístico del pintor José Dámaso Trujillo al Gobierno de Canarias ha servido para recordar a este personaje popular, todo un referente del mecenazgo cultural en Canarias. Pepe Dámaso nació un día 9 de diciembre en la época que la II República caminaba por la Hispania Nostra y fue la fecha que eligió Eduardo Galeano para marcar el día en que a la doctora italiana Rita L. Montalcini le concedieron el Premio Nobel de Medicina en 1986. Lo tituló El Arte de Vivir, como lo ha venido haciendo el amigo Pepe Dámaso pero pintando. Prácticamente desde que habitó en el segundo cuadrante geográfico de su isla natal, Gran Canaria. A Pepe le conocí por César, cuando los dos venían a Tenerife para desarrollar sus inquietudes artísticas. Por ello no me extrañó encontrarlos juntos en Arrecife, Lanzarote, en el verano de 1976 después de la inauguración del centro cultural El Almacén. A Manrique le había conocido antes en El Hierro y en La Gomera, cuando mi etapa como ingeniero de montes del Icona en ambas islas. Más tarde constato la admiración de Pepe por César y quiso visitar los mismos lugares en los que había trabajado artísticamente el Premio Canarias de Medio Ambiente. No me extrañó por tanto que Pepe viajara y expusiera en el Puerto de la Cruz, en Nueva York y en La Habana. Y que admirase a surrealistas como Oscar Domínguez y Juan Ismael. Con Pepe Dámaso coincidí en alguno de sus trabajos artísticos. Primero en la capital de Cuba adonde fue en 1998, cien años después de la guerra hispano americana en La Habana, para colgar su exposición Dámaso a Cuba en el exconvento de San Francisco, junto al puerto habanero. La coincidencia con su natalicio nos sirvió para conocer en unos días de anécdotas, a la flor y nata de los artistas del cine cubano. Fue en diciembre del año en que viajó el Papa Juan Pablo II a La Habana y pidió a los Castro que la isla se abriera al mundo. También cuando los reyes de España, Juan Carlos y Sofía, se acercaron a tierras coloniales hacía cien años y fueron a comer al restaurante Los Doce Apóstoles. Poco tiempo después me encontré por casualidades de la vida con Pepe Dámaso en Las Palmas de Gran Canaria y en el Puerto de la Cruz, cuando participaba en la presentación de sus bocetos a los carnavales de ambas ciudades, en hoteles emblemáticos como el Santa Catalina y el Botánico, respectivamente. Por ello no dudó en pedirme una colaboración para que le prologara su libro sobre el Teide que tanto admira desde su Agaete natal aunque hoy no puede encontrar como referente el dedo de Dios. Gracias Pepe por tu generosidad con Canarias.