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Petra László

Los desterrados por el odio, el hambre, la guerra, y otras reprobables invenciones humanas, nunca estarán libres de la incomprensión y egoísmo de las gentes de las tierras donde buscan encontrar una oportunidad de vida. “Temen que los hambrientos les quiten su pan”, me dijo el verano pasado un taxista siciliano en una conversación sobre las olas africanas que aportan a montones y mueren en el Mare Nostrum en número incalculable y, con las secuelas amargas que, con todo, pagan los supervivientes. Recuerdo sus palabras cada vez que cualquier canal, abierto o de pago, repite las imágenes de la insólita agresión de una camarógrafa a una masa despavorida. Petra László no puede negar la evidencia de sus zancadillas y patadas a los refugiados sirios en su tránsito por la radical Hungría que, en un minuto, recorrieron el mundo gracias a la filmación del alemán Stephan Richter, difundida en Twitter; no puede excusar su comportamiento en su situación personal ni alegar un ataque de pánico, porque ni fue un acto aislado ni aparentó ninguna actitud que no fuera la violencia reincidente. Tampoco puede rasgarse la vestidura el responsable de la N1TV, adscrita a la ultraderecha, por los excesos de su empleada, repudiada y despedida después del escándalo y la ola de reprobación registrada en todas las democracias del planeta. Szabolcs Kisber se apresuró en la reprobación – “Su actitud no se corresponde con los valores que representamos, tanto a nivel humano como profesional” – pero no aclaró cuál era, o es, la posición de la cadena en el asunto espinoso del éxodo, cuando el gobierno magiar ha mostrado unos niveles de intransigencia terribles criticados por la Unión Europea, y nadie -salvo dos partidos minoritarios de la oposición- ha denunciado el incidente a la justicia y la gente de la calle se niega a opinar sobre el mismo. En esta columna hemos añorado y demandado políticas europeas de cualquier signo; para la regulación de los mercados que nos metieron en un agujero de profundidad aún por explorar; pautas sociales para garantizar el imperio de los derechos en el continente; directivas de política exterior para saber qué somos y cuánto importamos en la globalización; compromisos solidarios para evitar que la peor crisis humanitaria que se recuerda tras la II Guerra Mundial se afronte desde la unión y no desde los egoístas intereses nacionales. Para no arrepentirnos de un sueño.