El dardo

Una salida

Los independentistas catalanes han perdido, al menos por ahora, su desafío al Estado. Fallaron en sus dos grandes objetivos: ni ganaron las anticipadas elecciones autonómicas por mayoría absoluta, ni lograron los votos que esperaban en unos comicios a los que, en exceso de optimismo, habían otorgado carácter plebiscitario, pese a que en consultas de esta naturaleza se exige siempre -ahí están los ejemplos de Quebec y Escocia- una mayoría reforzada, del orden del 55%, para dar por válido una consulta secesionista.Y ha resultado que el 52% del censo se opone a la independencia, frente al 48% que la defiende con medias verdades, manipulaciones y trampas extendidas desde el poder.

Al final, las cosas están como hace cuatro años, pero con la sociedad muy cuarteada y partida en dos, con CiU y ERC en franco retroceso, el PP hundido, Podemos muy tocado y Ciudadanos en plan triunfador. Costará décadas de paciencia y esfuerzo tratar de cohesionar e integrar a todos los catalanes en un proyecto común con el resto de país, que sea respetuoso con la legalidad, la solidaridad, la pluralidad y la democracia. En estas condiciones, hablar de triunfo y de legitimación del proceso de “desconexión con España” resulta ridículo y patético cuando en cualquier consulta legal y legítima -la del domingo era legal pero sólo para la elección de diputados al Parlamento autonómico del que ha de salir el Gobierno de la Generalitat- Junts pel sí seguramente habría logrado peores resultados.

Con todo, lo que ahora importa es cerrar heridas, abrir un proceso de diálogo sereno y leal dentro de la ley -tal y como ha anunciado Rajoy al tender la mano a los independentistas- entre instituciones y propiciar un nuevo escenario político de estabilidad y colaboración por el bien de todos.

La llave para la formación del próximo Ejecutivo está en manos de la CUP, un partido antisistema, anticapitalista, radical y revolucionario que, además de vetar a Artur Mas para la presidencia de la Generalitat, acaba de renunciar a la declaración unilateral de independencia, aunque no a la formación de un Ejecutivo de izquierda, la desobediencia civil y la iniciación de un proceso constituyente.

La muy compleja cuestión catalana sigue viva en un escenario de preocupación, incertidumbre, discordia y temor.