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Santa Cruz tiene remedio

1. Uno, ahora que se levanta temprano y baja a desayunar a la Rambla, y que ve a los barrenderos limpiar el suelo con palmeras, como antes, piensa que Santa Cruz tendría remedio con un poco más de celo en la limpieza y mucha alegría: sacar las mesas de los bares a la calle, organizar actos lúdicos en el centro, traer bandas de música que serenateen al personal los domingos y festivos, regar más frecuentemente el asfalto, mejorar la atención y la limpieza de sus bares y restaurantes. Son pequeñas cosas que, juntas, forman una gran cosa. Tras el periodo negro del tal Martín, en el que no se hizo absolutamente nada y la ciudad quedó tan triste como un hospital, ahora parece que funciona hasta la Gerencia de Urbanismo, que el tal Martín convirtió en un muerto viviente. Es tan negado para la función pública -y para el pádel- este muchacho que ni siquiera su partido le ha ofrecido un carguito de medio pelo para ayudarlo a subsistir. Y mira que han sido generosos con los repartos.

2. Santa Cruz tiene remedio, con imaginación. Como la tuvo el Ayuntamiento en los primeros tiempos de Hermoso y en los primeros tiempos de Zerolo. Un alcalde no debe estar más de ocho años en el cargo. Los primeros cuatro de Bermúdez transcurrieron hueros de ideas, nulos. No lo dejó el otro. Al final de esta legislatura, que se vaya. Porque después de ocho años se pierde la ilusión. Lo que tenga que hacer Bermúdez que lo haga en estos cuatro años que le quedan, o casi.

3. Este pacto, colado de extranjis, es mucho más interesante para la ciudad que lo que hubiera sido un acuerdo con el PSOE. El desmoronamiento moral de Santa Cruz vino por culpa del PSOE: de sus denuncias y de su “no a todo”. Ahora es el optimismo el que tiene que presidir la gestión. Los ciudadanos no podían seguir soportando esta agonía que parecía que no iba a tener fin. Yo espero mucho de Carlos Garcinuño al frente de la Gerencia de Urbanismo. Es una persona atenta, nada crispada, con la que se puede hablar y que no tiene el no por bandera, sino el sí, o sea, lo normal en un gobernante con dos dedos de frente. Sólo eso.

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