cuestión de grises

Terminal 2 – Por Indra Kishinchand

Los aeropuertos se convirtieron en casa cuando el ser humano entendió que viajar no era más que un sinónimo de vivir.

Así ocurrió también que yo decidí esconderme entre las maletas y pasar desapercibido en un lugar en el que todos deseaban identificarme y nadie me conocía. Alguna que otra vez llegué a soñar con la idea de deslizarme por una cinta de equipajes con la curiosidad que tuve el primer día que soñé. No lo hice porque el sentido común tan poco frecuente llegó a mi vida para transformarme en un persona gris, más tirando a oscuridad. Ahora todo me sigue pareciendo igual de extraño que entonces; pero ya sin curiosidad y sin miedo, sino con nostalgia. Con la certeza de que el mundo puede sorprenderme y yo he decidido no dejarle en un acto de rebeldía estúpido e innecesario. Esa desobediencia propia de quien no sabe lo que quiere y busca excusas para rebatir hasta su propia existencia ha empezado a ser parte de mi angustia habitual; esa que aún en la madrugada hace que me desquiera cada día un poquito más y que vuelva a pensar que no es que no sepa amar, sino que lo haga a destiempo y sin consecuencias.

Y es por eso que viajo. Porque en las nubes el tiempo siempre es tiempo y el reloj siempre está en hora.