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El amañado

1. Otra figura digna de mención de la pseudosociedad canaria es el amañado, individuo destructor donde los hubiere o hubiese. El amañado le mete mano a todo. Una vez, cuando yo vivía en la placita de Ireneo González, se me ocurrió llamar a un amañado, esposo de la chica que trabajaba en casa, para que arreglara un baño al vecino, porque me estaba jodiendo el mío. Pero empezó a picar por mi piso, no por la vivienda del causante del aguacero. Casi me destroza la casa, pero literalmente. Cuando yo llegué y vi aquello monté en cólera y lo eché a patadas. Además de que estaba borracho como una cuba, no tenía ni puta idea de lo que estaba haciendo. Me costó una fortuna una obra en la que no tenía que emplear más de dos o tres horas. El amañado es un depredador. Lo primero que hace antes de empezar su trabajo, nadie sabe por qué, es colocar un cono blanco y rojo donde él se encuentra, contra el que todo el mundo tropieza. Es su seña de identidad. Su huella indeleble.

2. El amañado tiene asumida su condición de experto: si te monta una goma te coloca la llanta al revés y te jode el tren delantero; si conecta un lavaplatos, mete la manguera en el tubo que no es y el agua jabonosa va directamente a la cocina del vecino del primero (me ocurrió cuando yo vivía frente al Botánico portuense); si te arregla una cisterna, siempre goteará; si te coloca la taza del váter, no podrás cerrar nunca la puerta, porque tropezará con el trono; si te construye un gallinero con somieres -técnica ancestral de nuestras medianías-, las gallinas, no, pero los pollos se escapan y van a parar al gallinero del vecino. Todo es así, tan desastroso.

3. El amañado lo arregla todo con vergas, que ata cuidadosamente al objeto a unir. Es imposible, después, soltar ese objeto del cuerpo adherido, ni a martillazos. El amañado es el encargado de montar el winche en la azotea, el día de la inauguración de la plancha, cuando se coloca la bandera española, en medio de enorme algarabía. Sitúa mal los sacos de arena que sujetan el winche, que se precipita siempre sobre un cuñado del dueño de la casa, que ha venido de Venezuela y que queda maltrecho, cuando no muerto cadáver. El amañado es, en sí, una tragedia.