el charco hondo

Cajas

Dijeron limbo cuando, en realidad, la pena anuncia purgatorio. O puede que ambas cosas. La incertidumbre legal atasca la situación, colocándola en tierra de nadie (en la antesala de la regulación final, más cerca del infierno que el cielo). Pinta mal, por lenta. En lo que las distintas administraciones cogen ese toro por los cuernos la regulación del alquiler vacacional ve pasar los días (que serán meses) sin que la purifiquen o bendigan con una solución -pero, ya- que termine con tanta falta de certezas. Pasan las semanas sin que nada pase. No es sencillo articular un marco, tampoco armar una solución sólida, de acuerdo; pero resulta que, a medio camino del limbo y del purgatorio, esto de ganar tiempo es perderlo. Así en la tierra como en el cielo, utilizar el consenso como sacrosanto refugio para aplazar tormentas provoca que el tiempo de decisión vaya oxidándose; y es entonces cuando el calendario entra en erupción porque la tardanza es parte del problema y no de la solución. Quienes promueven la actividad en los apartamentos vacacionales necesitan certidumbres, saber a qué atenerse. No solo ellos. Aquellos que empresarial o personalmente conviven con esa situación, y los clientes que la contratan, también merecen certidumbres y, otra vez, saber a qué atenerse. En el manual de instrucciones de las distintas cajas de Pandora que afronta un Gobierno se advierte, en letras bien destacadas, que para abrirlas hay que saber cerrarlas. Caso contrario, si se tira del freno de mano sin saber qué hacer después se abonan coyunturas tremendamente movedizas, dadas al desorden e incluso a los abusos. Siete pecados capitales, uno en cada una de las siete terrazas de la montaña; así veía Dante el purgatorio. En la tercera, entre la segunda y la cuarta, se obligaba a quienes entraban en él a caminar a través de una niebla corrosiva. Ahí tienen al alquiler vacacional, a los que no lo son y a quienes lo utilizan; temiéndose que quienes abrieron la caja no sepan o no se atrevan a cerrarla.