Por enésima vez, los habitantes de algunos países de Latinoamérica comienzan a comprender que han perdido tres lustros de oportunidades, luego que un soldado de opereta, llamado Hugo Chávez, iniciara una farsa bautizada Revolución Bolivariana, la que, asesorado por Cuba, inculcó a socios de Argentina, Bolivia, Ecuador y Nicaragua, fracturando sus sociedades, la unidad continental, y alejándose de foros internacionales.

Vistos los resultados electorales del domingo pasado en las presidenciales de Argentina, que obligan al kirchnerismo a ir a un balotaje donde el tercero en discordia es poco afecto a brindarle su apoyo, es evidente que sus habitantes han comprendido que tal Revolución, el bloque Unasur, su inexistente Banco y la ALBA son mentiras, solo aceptadas por quienes aún no comprenden que los líderes del Eje Chavista son copias de los tiranos latinoamericanos sostenidos por Estados Unidos entre 1940 y 1990, que recurren a un falso discurso de izquierda progresista.

Pero no solo Argentina. Venezuela también comienza a comprenderlo, ya que los sondeos reflejan que cualquier opositor puede derrotar al chavismo en las próximas legislativas, pues el presidente Nicolás Maduro, emulando al pastorcillo mentiroso, en sus discursos vocifera “los marines, vienen los marines”, ya no convence.

Ya sin poder hacer regalos desde Caracas, con Cuba abocada a copiar el modelo chino con ayuda estadounidense, europea y de la Latinoamérica no chavista, Nicaragua entregada a China en inversiones, más Ecuador y Bolivia que sobreviven con bajos precios por sus combustibles fósiles, el chavismo se diluye.

El light (o kirchnerismo) dentro del histórico peronismo, ahora liderado por quien decidirá las presidenciales; y el duro (venezolano), aún encarcelando políticos opositores, periodistas y empresarios perderá su mayoría parlamentaria y su sueño de perpetuidad nacional y continental. Las fracturas causadas por estos gurúes llevará tiempo curarlas, cuidando no se repitan.

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