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Cuando Güímar fue turístico

Güímar. Hotel Buen Retiro Chacaica. Fondo Fotográfico Ayuntamiento de Güímar.jpg_Thumbnail1.jpg DSCN3161.JPG turismo Güímar 2 Hotel Guimar.JPG
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[sws_grey_box box_size=”100″]Disfrutar de la bondad del clima. Las casonas del Buen Retiro y La Raya, en Chacaica y La Hoya, fueron dos de los grandes hoteles con los que contó Güímar en el siglo XIX, impulsados por el turismo británico y alemán que primero se instaló en el Valle de La Orotava y posteriormente, buscando un mejor clima, se trasladó al otro lado de la cordillera. La Raya ha vuelto a convertirse en hotel rural, mientras Buen Retiro está en el tránsito para ser un museo de la música -cuenta con una gran colección de instrumentos y de transistores de principios del siglo XX- y a la larga volver a ser hotel, como lo fue a mediados del siglo pasado el mirador de Don Martín, parada y fonda de la vieja carretera del Sur. | DA[/sws_grey_box]

El empecinamiento de la alcaldesa de Güímar, Carmen Luisa Castro, por convertir a la localidad en un foco de inversión no tiene límites, como tampoco lo tiene su batalla para lograr que el Gobierno de Canarias le deje construir hoteles y colocar a su municipio la etiqueta de turístico, como de hecho ya la tuvo hace dos siglos.

Güímar es uno de los términos más antiguos de Tenerife (1500) y a lo largo de los siglos se comportó como la despensa de la Isla, primero por los ingenios azucareros traídos por los genoveses y posteriormente por la agricultura, siendo hoy uno de los mayores productores de hortalizas y frutales, a pesar del continuo goteo en el abandono de las huertas a finales del siglo XX.

Fue en el siglo XIX cuando en Tenerife se comenzó a hablar de turismo, especialmente en el Valle de La Orotava, donde la burguesía inglesa que pasaba largas temporadas, principalmente por recomendaciones médicas, pronto se trasladó al otro lado de la cordillera en busca de un clima aún más benigno, lo que posibilitó que comenzaran a habilitarse como hoteles grandes casonas en el casco de Güímar.

El pionero fue el hotel del Buen Retiro, habilitado a partir de 1889 en la casa de la viuda del Márquez de Florida, con quien solo vivió un año sin dejar descendencia, y a él se sumaron poco después el llamado sanatorio alemán (hoy colegio Nazaret) y la Casa de la Raya, este en el barrio de La Hoya.

Ya en el siglo XX llegaron la fonda de El Escobonal (1920) y la Fonda Medina (1928), y a mitad de siglo el Mirador de Don Martín, en la carretera general del Sur, que cerraría unos años antes de que se iniciara la autopista del Sur. El denominado mirador de La Ladera fue construido en 1954 por el Cabildo, por iniciativa de don Martín Rodríguez y Díaz-Llanos, quien le daría su nombre. En diciembre de 1967 se inauguró el hotel Valle de Güímar, que cerraría en la década siguiente.

El que fuera hotel Buen Retiro, ubicado en el inicio de la subida a Chacaica, perteneció a la destacada familia güimarera de los Delgado-Trinidad y se caracteriza por su elevada calidad arquitectónica y rica carpintería tradicional. A finales del siglo XIX y hasta la Primera Guerra Mundial (1914) fue convertido en hotel, igual que la Casa de La Raya, para albergar a un incipiente turismo de alto nivel económico, sobre todo británico, que comenzaba en estos años a interesarse por las Islas. En la actualidad, atravesando igualmente por un proceso de restauración y reforma, continúa con la funcionalidad de vivienda particular, después de que fuera adquirida en 1991 por Mario Díaz, que junto a sus hijos trabaja ahora para convertirla en un museo de música y más adelante volverla a abrir como hotel.

En su interior podemos encontrar dos grandes pianos de cola de principios del siglo XX, dos pianos rectangulares de 1860/70, y está en restauración otro de 1840. También podemos encontrar una pianola de finales del siglo XIX, una caja de música antecesora del gramófono de Edison y una arpa Erard de hace dos siglos, sin olvidar una gran colección de radios, todo ello en un entorno bien cuidado, tanto en su interior como en el exterior, donde sorprende la belleza y majestuosidad de un drago. Junto a la casa se levantó además, en 1765, la ermita de Nuestra Señora de Belén, financiada por José Delgado Trinidad y Díaz.

LA RAYA Y SUS MISTERIOS
Si Buen Retiro aspira a volver a convertirse en hotel, quien si lo ha vuelto a hacer, en consideración de hotel rural (solo ocho habitaciones) y restaurante, es la casa de La Raya, un edificio que se levantó en el siglo XVI, aunque su estilo actual pertenece al siglo XIX, tras la remodelación de 1866, conservando solo su original estructura de tea. Las paredes se encalaron con zahorra molida mezclada con savia de drago, tal y como se realizaba en Canarias antes de que llegara la cal. Los herrajes de las puertas se encargaron a la misma fábrica inglesa que proporcionó los originales. Sus propietarios han cuidado hasta los más mínimos detalles.

La casa de la Raya es conocida como la mansión de los Vargas, ya que que su dueño fue el ingenio azucarero Francisco de Vargas, pasando siglos después a la propiedad de los Baulén, emparentados con las más nobles y adineradas familias de la Isla. A lo largo del tiempo la casa fue teniendo sucesivas reformas y ampliaciones. Una de las más significativas fue la efectuada a mediados del siglo XIX. El objeto de las obras era adecuar el viejo inmueble para su uso como hotel, especialmente dirigido a los enfermos y personas delicadas del pulmón. La reforma terminó de darle su aspecto definitivo a la casa, dotándola de una galería acristalada y de una preciosa fuente en el patio central. Los artífices de la reforma intentaron suplir la falta de simetría de la fachada, diseñando a base de esgrafiados fingidas ventanas en donde no existen.

Posee unas magníficas panorámicas del Valle de Güímar, siendo un lugar extraordinario para la interpretación del medio rural y natural y, por lo tanto, del descanso, como buscaron aquellos turistas pioneros de finales del siglo XIX y que hoy regresan, casi todos como senderistas, una vez reabierto como hotel, junto a los modernos Finca Salamanca o Casona Santo Domingo, las únicas instalaciones hoteleras, las denominadas rurales, de las que puede disponer el municipio a tenor del dictamen del Gobierno de Canarias, según recuerda hasta la saciedad la alcaldesa Carmen Luisa Castro, que no desespera de poder cambiar el planeamiento para situar en uno de los grandes hoyos dejados por las areneras en el barranco de Badajoz el proyecto Mimiland Park y su correspondiente hotel de cuatro estrellas. “Si tenemos las Pirámides, el Malpaís, El Puertito… no entiendo por qué Güímar no puede ser un municipio turístico, como lo es Candelaria, por ejemplo”, señala la regidora popular.

Un misterio que no tardará en desvelarse, todo lo contrario de lo que ocurre, por ejemplo, en La Raya -nada que ver con la azul del Polígono-, de tal guisa que también se la denomina la Casa del Miedo, porque el inmueble acumula multitud de casos paranormales, ruidos inexplicables, pasos audibles en estancias vacías, objetos que se mueven y apariciones espectrales. Un atractivo más para visitarla.

[sws_grey_box box_size=”100″]Vender naturaleza y patrimonio
Con el objetivo no solo de preservar y conocer el rico patrimonio de Güímar, sino también para impulsar el turismo, esta semana se presentó en el Buen Retiro la primera fase del proyecto Trama (Plan Estratégico para la Gestión del Patrimonio Integral en el Municipio de Güímar), una idea del joven historiador Sergio Pou. Este proyecto tiene como objetivos no solo proteger monumentos y paisajes, sino ponerlos en uso para el disfrute de visitantes y locales. Sergio Pou no solo trata de que se conozca la historia de Güímar, sino de quererla, y por eso solo pide “que me dejen trabajar”, para garantizar la calidad en la comunicación e información del Patrimonio y si es posible abrirlo al turismo, porque “en Güímar sí hay cosas que ver”.[/sws_grey_box]