Domingo Cristiano

Los cuervos del Vaticano

En mi vida no escasean los errores. Incluso estoy seguro de que he sido motivo de escándalo para algunos. Es lo que tiene vivir, que se aprende viviendo y, mientras tanto, la vida le saca los colores hasta al más puesto. Hecha la confesión, añado que pocas cosas me escandalizan a mí de otros. Digamos que, entrenando la mirada y el corazón, uno es capaz de reconocer un ensayo de felicidad en cada renglón torcido que escriben los demás. No me escandalizo fácilmente. Pero el suelo se abre bajo mis pies cuando tropiezo con alguien que, puesto en medio de la comunidad para ser guía u ofrecer un servicio, prostituye su misión y se entrega a los placeres babosos que emanan del culto a la propia personalidad y a sus propias ideas. Me refiero a quienes hacen de la fe una ideología, de quienes utilizan a la Iglesia para autoafirmarse en su mediocridad, de quienes amordazan al Espíritu para que no ponga orden en la rueda de las tradiciones sin alma. Ojo, no me refiero solamente a curas, monjas y otros consagrados. En la Iglesia todos estamos tentados de olvidar al Dios de nuestras vidas y corrompernos en la rutina de este lento esperar. Esta semana se ha hecho pública la presunta carta de un grupo de presuntos obispos que presuntamente critican al papa Francisco por su manera de conducir el Sínodo sobre la Familia. Que si es verdadera, que si es falsa, que si las firmas no se han podido confirmar… En fin, un episodio más del graznido de aquellos que desde el pontificado de Benedicto XVI han sido bautizados como los cuervos del Vaticano. Que ni son pájaros ni están todos en la Santa Sede. Esta tentación de olvidar a Dios y dedicarse a la intriga es tan antigua como el cristianismo. Hoy la refleja el evangelio que leemos en los templos, cuando Santiago y Juan le piden a Jesús asientos VIP en su reino. Miserias así revuelven el corazón de la Iglesia. Puedo entender que un creyente -consagrado o no- meta la pata, olvide sus obligaciones, falte a la caridad, se maneje de espaldas al Evangelio. ¡Pero que alguien enferme en su fe hasta el punto de utilizarla para perpetuarse en un cargo, para desestabilizar un proyecto que viene de Dios, para consagrar una forma de ser y de entender la comunidad! Lo único bueno de todo esto es que, con sus fullerías, ahora sabemos quién es quién de verdad. Ahora tenemos constancia de que las reverencias, los besamanos, las sonrisas ad-limina, la fidelidad inquebrantable de algunos era sólo postureo, un artificio para permanecer permaneciendo. Nada que ver con la lealtad al hombre que calza las sandalias de Pedro. Pese a todo, Francisco sigue adelante porque viene de parte de Dios. Los cuervos graznan, pero la Iglesia mira ilusionada hacia al futuro. Y con ella, los cristianos que con sincero corazón buscan a Dios. Porque esto va de Dios. De serle fiel, de buscar su rostro, de hacerle presente. ¿El resto? Tristes graznidos, estertores de un cadáver sin fe.

@karmelojph