el charco hondo

Dos

Celos presupuestarios, dolores de pacto, banderas desempolvadas y algún que otro desencuentro institucional; es todo eso, pero no solo eso. Hay otro factor, más emocional que político, que no está ayudando; y no, no cabe cerrar los ojos o tirar de analgésicos. Más pronto que tarde los actores sobrevenidos (recién incorporados a esta trama) caerán en la cuenta de que el lío de las carreteras se está complicando aún más por culpa de un malquerer que viene de años atrás; y es ahí, justo ahí, en la rotonda de los desafectos, donde el director general de Infraestructura Viaria del Gobierno y el presidente del Cabildo de Tenerife protagonizan una versión bastante libre de Dos en la carretera. No es necesario que Carlos Alonso y José Luis Delgado viajen juntos de Londres a la Riviera francesa. No se les puede pedir que refloten el romanticismo de los comienzos de su relación, si es que alguna vez lo hubo; tampoco que resuciten infidelidades (ora políticas, ora informativas). Sin embargo, hay algo, aquí sí, exigible. La tormentosa relación entre ambos no puede contaminar la de Gobierno y Cabildo. El mal rollo entre ambos no debe borrar la frontera que separa el ámbito personal e institucional (mal rollo, sí; pensábamos que era imposible, pero al buen rollismo le ha salido una humedad). Sin ánimo de poner la pelota en éste o aquel tejado, en fin, tú sabes, huele a que Delgado más que meterle públicamente un palito en la rueda al presidente del Cabildo está metiéndole el palito, la bomba de inflar, la dinamo y uno de los pedales de la bicicleta. Mala cosa. No es asunto menor; que en las últimas elecciones el PSOE sacara a José Luis Delgado de la lista del Cabildo es la prueba del algodón. Los desafectos envenenan el aire, y de paso atascan el lío de las infraestructuras. Alonso y Delgado, dos en la carretera, deben resolver la disyuntiva que en la película enfrentaron Joanna y Mark: separarse (que los separen, en este caso) o aceptarse mutuamente como son.