en la carrera

Enseñar religión

Suena extraño, a lo mejor son palabras; aún más, una asignatura, que en otros tiempos la han querido considerar como una Cenicienta, o una María, pero a la que quizás en la mayoría de los sistemas de Educación no se la ha sabido considerar con la importancia debida. Un fallo, como otro cualquiera, que espero, por el beneficio de los más pequeños, se termine de paliar.

Qué me lleva a traer este tema hoy a una columna dominical, algo muy sencillo: hay profesores que se sienten ninguneados y dejados de la mano de Dios en sus claustros, no digamos por la Consejería, que espero que no sea el caso, sino por sus propios compañeros. Triste, verdad, pero cierto. No sé en la provincia hermana, en Las Palmas, pero aquí en Santa Cruz de Tenerife, y no habrán de irse muy lejos, hay profesores de Religión que ven cómo poco se les considera a ellos y a su asignatura dentro del mapa educativo en el que se mueven.

Suena muy extraño que en tiempos como los que corren, es decir, de globalización, de potenciar lo emocional, se quiera dejar de lado a la inteligencia espiritual, que también es parte de nuestra personita, le guste a unos y no a otros. El profesor de Religión no critica la programación de Matemáticas, por señalar alguna, pero los profesores de otras áreas, en algunos centros sí pretenden arrinconar al de Religión, y hacerle campañas de desprestigio para que el alumnado no elija la asignatura.

Esta columna llega probablemente a destiempo, porque ya están los alumnos matriculados, pero la realidad existe. Hay profesores, hay padres, hay políticos que todavía confunden al profesor de Religión del siglo XXI, con aquel de otras épocas -también respetable, por lo menos para mí persona, porque eran otras épocas-, que seguramente no contaba con la misma preparación de estos docentes hoy dedicados a la Religión.

Recuerdo perfectamente cuando un buen amigo, al que he tenido la suerte de padecer como profesor de la DECA, especialización para poder dar esta disciplina, Celso, se llama -un hombre con gran corazón-, me dijo que “ser profesor de Religión es duro, pero enseñas los valores de Jesús, y ese es el pago”. Nada más cierto. Por eso, me atrevo a pedir: “Dejen enseñar Religión a quienes disfrutan haciéndolo”. El alumno también necesita la enseñanza espiritual.