El dardo

Explosión aérea

Asistimos estos días a una verdadera explosión del tráfico aéreo en el conjunto de España y de manera especial en Canarias, donde la llegada de la compañía escandinava Norwegian ha revolucionado la oferta de plazas y ha abierto una guerra de precios que abarata sensiblemente los viajes entre las Islas y varios destinos peninsulares en las dos direcciones, con un promedio entre 25 y 37 euros por trayecto. Para no quedarse atrás, otras compañías que operan en nuestro país, como Iberia y Air Europa, se han visto obligadas a rebajar sus tarifas hasta colocarlas muy cerca de las de la mentada línea noruega, que ha apostado fuertemente por España en su ambicioso programa de expansión internacional. Todo ello viene a demostrar que el mercado se depura y funciona mejor cuando la competencia es estimulada con la mayor concurrencia de actores en el libre juego de la oferta y la demanda. Desde la desaparición de Spanair en 2012, Canarias ha ido perdiendo parte de una oferta plural de rutas y asientos que nunca se llegaron a cubrir pese al incremento de vuelos de las dos compañías antes citadas y del propuesto por empresas de bajo costo como Vueling, Ryanair, easyJet y otras. Aun aceptando que la demanda canaria de plazas ha sufrido durante los últimos años un retroceso a causa de la crisis, todo apunta a una franca recuperación que coincide con el aumento del consumo y la mejoría de las grandes cifras macroeconómicas del país. En estas circunstancias, la llegada de Norwegian con una oferta de 107.000 asientos en una flamante flota de aviones durante la temporada de invierno para unir Canarias con Madrid, Barcelona y Málaga, más otros siete enlaces internacionales, constituye una novedad inmejorable cuyo principal mérito, en lo que afecta a esta Isla, debe atribuirse al Cabildo tinerfeño merced a su política de reforzamiento del liderazgo de Tenerife en el mercado turístico peninsular. Ahora solo queda que esta política de aumento de la oferta a precios muy competitivos reciba la acogida que merece, se consolide en el tiempo e invite a otros operadores a entrar en el mercado regional, donde Binter, aun dentro de la legalidad más estricta, mantiene en la práctica un cierto monopolio y unas tarifas que difícilmente se mantendrían en un entorno más competitivo.