tribuna

Félix Poggio – Por Luis Ortega

En los quinientos veintitrés años de vida occidental de La Palma, los ciento veinticinco que cumple Diario de Avisos representan una holgada cuarta parte de cumplir, contra todo tipo de dificultades, su cita puntual con los lectores. Contó a diez generaciones de palmeros la Guerra de Cuba, las dos mundiales y la Civil española que, tras la victoria de los azules, impuso bridas a la libertad y pretextos a las carencias; dos volcanes del siglo y, entre ambos, una riada asesina que castigó a las dos Breñas y, entre gacetillas locales y colaboraciones voluntariosas, lució las firmas -¡ay el poder de las tijeras!- de Pemán y Fernández Flores, Pedro de Lorenzo y Jiménez Caballero. Resistió frente a otras publicaciones, modestas y de campanillas, y sobrevive, bajo la amenaza total que afecta a la prensa, con probada vocación y valor supuesto, como en el ejército. En las viejas cajas con programas y recortes juveniles, descubro las portadas del Decano con noticias que cubrí con tanta voluntad como orgullo en el taller de Méndez Cabezola; la ordenación episcopal de monseñor Yanes Álvarez, que reunió en la capital a una docena de mitrados, en su mayoría conciliares; la luna de miel de Irene de Holanda y Carlos Hugo de Borbón, pretendiente a la corona vacante; y, por simpatía y admiración, artículos de Fernández Viagas, fundador de Jueces para la Democracia, sobre los escritores del exilio; de Luis Cobiella, sobre los católicos del exilio interior; de Domingo Acosta, barroco pasional, sobre el Corpus de Mazo y, entre otros muchos, una página de Semana Santa con fotos del bueno de Diego Robles y un soneto de carme y sentimiento, dedicado a la crucifixión firmado por Félix Poggio Lorenzo (1904-1071), en aquellos años, y por su condición de periodista titulado, director del Decano. Las estaciones y las fiestas religiosas que colgaban de ellas paliaban las carencias de las noticias llegadas hasta un macarrónico receptor de impulsos o transcritas de la radio y aseguraban páginas fijas que en un abril memorable me descubrieron a un lírico episódico, coetáneo de la Generación del 27 que, forzado por las obligaciones diarias, escribió menos de lo deseable para su calidad y finura. Poggio Lorenzo dirigió también Acción Social y fue distinguido con la enmienda del Mérito Civil. Pero, en lo que importa, sus notables registros líricos, La Palma tiene una deuda pendiente con su memoria, la edición de los dos poemarios -Luces y sombras y Serena desventura- que Pérez García citó en sus Fastos biográficos.