Acabo de llegar

Genaro y Jenaro – Por Carlos Acosta García

No voy a decir que soy amo de casa porque mentiría; pero he de aceptar que alguna vez acerco una mano en las labores del hogar. Hace unos días fui a la tienda de la esquina a comprar medio kilo de lentejas. El paquetito decía en su exterior Lentejas San Genaro, lo que me obligó a decirle al señor del comercio: “Recuerdo que hace muchos años tuve un alumno llamado Jenaro y escribía su nombre con jota, no con ge”. El señor que me sirvió las lentejas me dijo que, por el contrario, cada vez que escribió la palabra Genaro y cada vez que la vio escrita se dio cuenta de que tal vocablo comenzaba con ge y no con jota. Como no era cosa de discutir ante el público, decidí volver a casa y buscar, como hago siempre, la ayuda de los diccionarios y las enciclopedias. Entré en Quillet y en Selecciones del Reader Digest, que son dos enciclopedias de varios tomos. Pero como si ambas tuvieran miedo a eso que suele llamarse cogerse los dedos, decidieron hablar de San Genaro y San Jenaro. En ambas entradas -tomos IV y V- se dice que San Genaro o San Jenaro nació en Nápoles, de donde es santo patrón, que fue martirizado por Diocleciano y que su sangre es unas veces sólida y otras veces líquida. Y como las Ciencias no dan una explicación coherente al caso, se ha llegado a la conclusión de que se trata de un milagro. Pero no puedo concluir aquí el trabajo porque mientras buscaba lo de la ge y la jota me encontré con otro problema, igual o mayor que el que me había obligado a iniciar el trabajo. Me refiero al verbo licuar. ¿Lo conjugan ustedes como el verbo averiguar, como se me aconseja en una de las enciclopedias consultadas? ¿O prefieren ustedes decir licúo en lugar de licuo como he leído no sé dónde? Como el académico don Manuel Seco me inspira bastante confianza, voy a su diccionario. Y nos dice que si bien el verbo cuestionado -licuar- suele conjugarse como averiguar, no es extraño y son numerosos los lectores y escritores que lo hacen con arreglo a otro verbo. Yo, la verdad sea dicha, no sé a quién obedecer. Con la necesidad de encontrar aire fresco, en lugar de recomenzar a escribir lo de Genaro o Jenaro, me voy al Diccionario Panhispánico de Dudas para ver cómo se trata allí al verbo licuar. Y encuentro unas palabras que, en mi modesta opinión, dejan las cosas sin resolver. Vean: “En el uso culto se acentúa preferentemente como averiguar. Ejemplo: se licuan los tomates”. Pero hoy es frecuente, y también válida, su acentuación como en el verbo actuar. “Todo se licúa”. ¿Lo ven ustedes? Da lo mismo Juana que la hermana. Pero resulta gracioso -por no emplear otro adjetivo más hiriente- que un artículo como este, en el que solo pretendía yo saber si debíamos escribir Genaro o Jenaro, se me haya presentado otra dificultad, tal vez más importante que la primitiva. En el primer caso solo se confundía una consonante con otra que suena casi igual. Mientras que me encontré con la nueva dificultad y ya saben ustedes los líos que solemos formarnos algunas veces con los acentos (o tildes, como se dice modernamente). La Gramática -ya lo saben ustedes- tiene estas cosas, que parecen muy simples, pero que, a muchas personas, nos aturden o al menos nos llenan de dudas. Pero habrá que obedecerla si queremos que no se nos escape de las manos este idioma nuestro, tan vilmente tratado algunas veces. Por si les interesa mi opinión, aquí va: siempre escribo Jenaro y licúo. Ustedes son muy dueños de llevarme la contraria.