el charco hondo

Grinch

Los excesos, sean en subida o bajada, nunca han sido buenos compañeros de viaje. Pasan factura. En las arenas movedizas donde habitan los estados de ánimo hay que evitar las montañas rusas, huir de caídas y euforias. La navidad es, a estos efectos, un campo minado. Envueltos en una orgía de colores y olores, tanto azúcar nos hace especialmente vulnerables; y, río abajo, se puede acabar en la estadística de lo que algunos han dado en llamar el fenómeno Grinch, depresión navideña o trastorno afectivo estacional. Hay de todo. Algunos desembarcan en la navidad como quien sale al patio del recreo (dejémoslo ahí, sin entrar en detalles). A otros, que son legión, esas semanas les genera angustia, vértigo. Siendo las elecciones generales el 20 de diciembre, víspera de décimos de lotería y nochebuena, terreno abonado a almuerzos y cenas de empresa, cabe hacerse La Pregunta -así, en mayúsculas-. ¿Por qué las han convocado el 20-D? Sin tiempo a detenernos en el debate de si había o no animales en el portal de Belén, ¿por qué optan por ocultar a Mariano Rajoy detrás de la mula y el buey?, ¿por qué nos lo esconden? Los brujos de cabecera lo han convencido de que al PP le viene bien tapar las urnas con guirnaldas, ¿por qué? Nunca nos lo contarán. Encriptarán sus motivos, pero huele (y mucho) a que Rajoy ha llegado a la conclusión de que sus opciones pasan por pillar a millones de españoles con el ánimo y el paso cambiado, distraídos, con el enfado de días libres, cegados por las luces, aturdidos por el ruido, envuelta la cabeza en papel de regalo, entretenidos, alejados del quiosco, ajenos a malos ratos y otros rodrigos. Convocan bajo el ruido de los bombos de la lotería porque nos quieren adormecidos. Si esa es la razón (y pinta tiene) cabe barajar que sea Mariano Rajoy quien, más desconfiado que animado, esté sufriendo en propias carnes el fenómeno Grinch; o, peor aún, que lo que interese al candidato Rajoy sea un electorado desmovilizado.