nombre y apellido

Idena Díaz

Hace ya muchos años y en las correrías infantiles por el pago de Velhoco y el barranco de Juan Mayor, en la periferia rural de Santa Cruz de La Palma, me topé con una estampa que, desde entonces, quedó fijada en mi memoria y cuyo efecto no alivian, ni aliviarán, la repetición de las secuencias de crueldad inaudita que, en el tránsito hacia el otoño, ocurren en nuestras islas y el resto de España. Caminaba con mi vecino Agustín Henríquez hacia el Convento del Cister y, en un cantero abandonado, al borde del cauce y atados al tronco de un naranjo, dos perros escuálidos denunciaban la injusticia e impiedad de su muerte reciente. Manuel, el medianero de la finca de veraneo, los echó en un hoyo y cubrió con piedras y tierra ante nuestra advertencia y petición; luego sentenció estoico: Eran viejos y ya no servían para cazar. Ahora vuelvo a leer que, en la apacible y lejana Garafía, aparecen con frecuencia indeseable muchos envenenados; acaso porque también son mayores y no rinden los servicios cinegéticos que sus dueños pretenden; o acaso, como sugieren desde la Federación de Caza, a manos de otros autores, cuyos motivos no acertamos a comprender. Con energía pero sin muchas esperanzas, lo que sí exigimos, porque no hay leyes que amparen la bestialidad, es que se investiguen, hasta sus últimas consecuencia, esos hechos abominables y que se castiguen a los autores con el máximo rigor que contemplan las normas. En contraposición a esta brutalidad impune, la historia de Idena (¿la apellidamos Díaz como su agradecido dueño?) recorrió los medios escritos y audiovisuales entre la curiosidad y la admiración. En los últimos cuatro años, la perra guía llevó al invidente Arturo Díaz, de cuarenta y cinco años de edad, a la Escuela de Trabajo Social de Cádiz, se sentó a su lado y siguió paciente y silenciosa las enseñanzas. Su popularidad entre alumnos y profesores llevó a Marcos Toledo, uno de sus numerosos amigos, a retratarla con y sin birrete y a incluirla en la orla de la promoción 2011-2015, “porque ha seguido las clases con más atención y respeto que muchos de nosotros”. La iniciativa sorprendió a su amo y, durante una larga semana, fue trending topic en las redes sociales. El animal, un labrador retriever, adiestrado por la ONCE, también acompaña al graduado en sus excursiones por la playa y la montaña y, ahora también, a la Facultad de Psicología en la que se ha matriculado.