entre nosotros

Kolmannskuppe – Por Rafael Muñoz Abad

Una mañana de 1908 un tal Zacharias Lewala encontró una piedra que por su brillo despertó de inmediato su atención. En su inocencia, se la mostró al supervisor alemán que de inmediato se la metió en el bolsillo. El efímero pero intenso sueño colonial germano en la actual Namibia dio comienzo en 1883 bajo la iniciativa privada de Adolf Lüderitz, que con artimañas y engaños compró la bahía de Angra pequeña a algún jefe local. La ensenada y sus alrededores son un paisaje lunar. Una prolongación del desierto del Namib donde las nieblas y los vientos gélidos acrecientan la sensación de aislamiento y soledad. La pequeña ciudad alemana de Lüderitz es un lugar tan solitario y triste que me es difícil describir su extraña y surrealista naturaleza; hay que visitarla.

Los vapores de la Woermann Linie de Hamburgo transportaban todo lo necesario para la colonización y con ello, más allá de florecer, Lüderitz se convirtió en el típico asentamiento fronterizo. Un escenario de un western donde proliferaban prostíbulos, tabernas y buscavidas que, huidos de Alemania, hicieron de sus polvorientas callejuelas un sucio y peligroso vecindario.

El descubrimiento de diamantes -a flor de arena- a escasas millas de Lüderitz generó un efecto llamada que llenó la colonia con buscadores de fortuna procedentes de medio mundo. El sitio de Kolmannskuppe se edificó con casonas, hoteles con piscina y un casino; lujos en medio del desierto y un monumento a la codicia. Las [fáciles] ganancias se dilapidaban en brandy, rameras y juergas al alba. Lo peor de Germania quiso buscar riqueza en la colonia del Káiser.

Pero la fiebre siempre acaba bajando, el filón diamantífero se agotó y sus habitantes se marcharon dejando los platos sobre las mesas… De un día para otro el vecindario se vació. Un siglo después, el caserío fantasma atrae a curiosos y fotógrafos ávidos de pasear y husmear en salones vacíos donde la arena es el tapiz que medio cubre el entarimado y la soledad llena habitaciones. La zona es de acceso restringido, está alambrada y aunque la veta se considera agotada, sus alrededores están sin excavar…En casa guardo una botella con arena que aún no he revisado.

*CENTRO DE ESTUDIOS AFRICANOS DE LA Universidad de la laguna
cuadernosdeafrica@gmail.com