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Levantarse temprano

1. Me estoy levantando temprano, por culpa de la radio. El arrastre de las palmas por los barrenderos me recuerda mis fugas de la Casa de Ejercicios, en la que los curas me querían advertir del infierno y yo no lo soportaba. No sé cómo los católicos -y yo lo soy- aguantaron el chaparrón de los anuncios de condena, aunque me han dicho que los ejercicios espirituales de San Ignacio ya no son como antes. Y menos cuando los imparte el papa Francisco, en funciones de cura Bergoglio. Yo me atemorizaba tanto con el miedo al infierno que a mis 14 años me fugaba -lo hice dos veces- de la Casa de Ejercicios, en La Salud, y me iba a la parada de las guaguas, en la calle Barranquillo, a coger un coche pirata para el Puerto de la Cruz. Mis compañeros de colegio lo daban por hecho: “Ya Andrés se fue” y todo el mundo sabía lo obvio: que yo no resistía el anuncio del fuego eterno. No advertían los buenos sacerdotes de entonces que la condena la tenemos ya viviendo en este mundo y que el infierno tiene que ser una anécdota, en comparación con el infierno que padecemos en un mundo en el que nadie es feliz. Y menos yo ahora.

2. Pues de esas fugas tengo impregnado en el alma el frescor de la mañana de Santa Cruz y el arrorró de las palmeras de los barrenderos puliendo el asfalto. La ciudad, a las siete, desprende aromas indescifrables que ahora vuelven a mí gracias, cómo no, a la radio, para la que parto a las siete y cuarto en punto. Alguna sirena de un barco y los primeros cantos de los pájaros, con la ausencia añorante de los coches pirata y de su olor a pobre. Eran aquellas rubias Peugeot 403, negras, de ocho asientos y un chófer con el cigarro Kruger entre los labios. Parece que los estoy viendo.

3. Hoy siento ese mismo frescor y todavía quedan barrenderos con palmeras en la mano, arrimando la flor del flamboyán y los chochos de los laureles de Indias y las colillas que lanzan a la calle los fumadores suciangos. Santa Cruz no ha cambiando tanto, y, como decían Los Huaracheros, lo vigila una trigueña suspirando en Las Mimosas. Y esto imprime carácter.

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