superconfidencial

El paliza

1. Hay un individuo muy característico en nuestros pueblos y ciudades que, antañazo, cuando las redacciones de los periódicos no estaban vigiladas por seguritas, como ahora, se metían en ellas, a lo suyo: a dar la vara. Se trata del paliza, personaje que no tiene noción del tiempo de los demás y que dispone -para sí mismo- de todo el tiempo del mundo, porque no tiene oficio ni beneficio y lo que quiere es llevar y traer historias, pero contadas con tal reiteración que espanta. El paliza, generalmente, está jubilado, aunque con la democracia surgieron algunas jóvenes generaciones de ellos. Cuando yo disponía de posibles para irme de vacaciones al sur de la Isla se me acercaban hasta el centro de la piscina del hotel, donde a mí me gustaba tomar el sol, apoyado en una colchoneta, bebiendo un daiquiri, o sencillamente haciendo el muerto. Y empezaban a meterme su rollo infame, hasta que un día ideé una fórmula que jamás me falló.

2. Se acercaba el paliza, yo lo dejaba hablar y cuando más entusiasmado estaba contando su historia, me dirigía a él, en voz muy queda y con cara de estar haciendo fuerzas; y le decía, arrugando los ojos y con sensación de alivio en el semblante: “Por favor, ¿te podrías retirar un poco porque estoy meando?”. Todo esto, en medio de la piscina. El paliza salía despavorido, yo, naturalmente, no hacía pis, a pesar de mi relajado rostro, y conseguía que me dejara tranquilo en medio de mis pensamientos, mi daiquiri y mi sol. Lo practiqué varias veces, con gran éxito, hasta el punto de que la voz se extendió y fue el propio paliza quien les decía a los que querían escucharlo, desde el borde de la pileta: “No se acerquen a Chaves, que tiene la costumbre de mear en la piscina”. Y todo el mundo me dejaba en paz. Fue aquel un verano genial.

3. Se lo quería contar a ustedes por si les va bien quitarse de encima de esta forma al paliza de turno, que anda al acecho en cualquier parte para meterte su rollo macabeo, inconsistente y estéril, que no te aporta nada de nada. A mí el truco me salió muy bien aquel verano, lo he ido repitiendo y no he revelado hasta ahora que no suelo mear en las piscinas, a no ser en casos de muy extrema urgencia, claro (hay siempre que dejar abierta una puerta cuando uno revela estos secretos de Estado).
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