SUPERCONFIDENCIAL

El papa

1. Tengo la costumbre, cada vez que viajo a Roma, de visitar el Vaticano. De hecho, al actual obispo Bernardo, al que le tengo mucho afecto, lo conocí yo en una librería religiosa de la Vía de la Conciliazione, siendo él cura y yo viajero. Yo voy siempre allí a comprar el Anuario Pontificio, que es el vademécum de la Iglesia Católica. Los tengo coleccionados desde que me trajo el primero, allá, en la noche de los tiempos, el viejo Gerardo, un periodista jubileta que vino a reforzar este periódico en 1976, con motivo de una huelga, de la que ya hablé. Gerardo había sido corresponsal de Arriba o de El Alcázar, en Roma y lo trajo para aquella ocasión Federico Isidro, uno de los fundadores de este periódico en su versión moderna. Total, que me interesan los asuntos del papa.

2. Y siento admiración por el papa Bergoglio, un pontífice argentino que no quiere juzgar a los homosexuales, ni negarle la comunión a los divorciados. Lo que pasa es que los obispos del Sínodo siguen en Trento y el papa Francisco está con Jesucristo, que fue un Dios, pero que también fue un hombre, como decía la letra de Jesucristo Superestrella. Todo lo sabios que fueron los cardenales del cónclave al elegirlo han sido torpes los obispos del Sínodo, cuya conclusión más brillante ha sido la conservadora defensa a ultranza de la familia y que se atiendan casos concretos en el asunto de los divorciados. ¿Qué pretenden, que la Iglesia se quede sin público? Todo el mundo se divorcia, coño.

3. Quienes vaticinaron el derrotero de la Iglesia, asociándolo a la continuidad del mundo, concluyeron que con Francisco se iniciaría una nueva era en la organización. Hasta en esto existen discrepancias, porque las divisas de los papas han originado leyendas proféticas que en muchas ocasiones causan risa más que preocupación. Al menos a mí. Este papa revoluciona la doctrina y si tiene que gobernar por decreto (motu proprio) lo hará, al margen del catecismo del padre Ripalda y de otras zarandajas de sacristía. Para demostrarlo ha echado una filípica a los sinodales, diciéndoles que han utilizado “medios no del todo benévolos” en sus métodos: le inventaron un tumor cerebral, un obispo se declaró vasioleta durante la reunión y así otras desestabilizaciones. El papa no es bobo.