nombre y apellido

Pascual González Regalado

Frente a quienes atribuyen los aciertos a la experiencia -que nunca jamás es despreciable en ámbito alguno-, yo valoro, y cada día más, la intuición, o sea, el instinto orientado por la inteligencia o acompañado por la generosidad, la elegancia o cualquiera de las nobles cualidades que adornan al individuo. Esta admonición viene a propósito del buen gobierno municipal de Garachico, un lugar singular por valores y atractivos y especialmente querido por quien, como yo, lo descubrió en su infancia. Con fino olfato -no es ese el peor de los sentidos y para quien lo duda se aconseja la lectura de Patrick Süskind- y probado talento, José Heriberto González -que afronta, política y moralmente reforzado su segundo mandato- interpreta el espíritu de su pueblo y sintoniza con las ondas de tradición y la avidez de futuro que caracterizan al escenario y a los actores. Como prueba cabal de percepción está el protagonismo cultural de la Villa y Puerto y, dentro de éste, la originalidad de sus ofertas en todos los campos de las artes, en momentos de absoluta astenia en las capitales y ciudades de campanillas. En ese rumbo se inscribe el homenaje a un garachiquense que, mañana mismo, y en el hermoso Convento de San Francisco, recibirá el título de Hijo Predilecto. Algunos -paisanos ilustres todos- lo pueden merecer tanto como él, pero nadie, absolutamente, más que él; porque ninguno, hasta hoy, ha reflejado con tanta fidelidad y con tan personal lenguaje esos méritos a los que aludí al comienzo del escrito. El pintor y dibujante, el historiador y heraldista, el antiguo y entusiasta concejal y alcalde perpetuó los activos históricos y monumentales a través de sus exigentes plumillas -técnica en la que tiene largo y acreditado magisterio- y en acuarelas de sello personal en cuanto su luminosidad tiene matices propios, medias tintas y contrastes mesurados y elegantes; puso en valor los vestigios de un pasado brillante y devolvió -y/o confirió- la heráldica al casco urbano -un lujo de imposible comparación en Canarias- con códigos rigurosos y dignos materiales; transformó las huellas de la tragedia -el volcán que arruinó el puerto y comercio marítimo- en un excepcional espacio de ocio y recreo y dotó de una potente simbología a los rincones por los que Garachico -¡cuántas poblaciones pierden ese privilegio por la burda especulación!- se alonga al Atlántico diario. Acierto pleno y justicia del consistorio en esta decisión que honra a Pascual y honra al pueblo al que ha dedicado, y dedicará siempre, sus mejores afanes.