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Pedro Molina: “Antes, las familias primaban la comida y después lo demás; ahora es al revés”

Foto ANDRÉS GUTIÉRREZ
Foto ANDRÉS GUTIÉRREZ

Es un luchador incansable. Su vida ha estado marcada por su amor a la tierra, en el sentido más literal de la palabra. Desde hace décadas, cada mañana, antes de amanecer, se ocupa de sus animales y de sus cultivos. Infatigable trabajador, defensor de las tradiciones canarias, es uno de los mayores activistas del autoconsumo. Lleva años reclamando al Gobierno de Canarias una política agraria que evite solapamientos entre diferentes departamentos del Ejecutivo. Es un manantial inagotable de frases únicas, de ejemplos cargados de sabiduría y de sentido común, siempre con humor. Nada más llegar nos recibe con uno de ellos en su despacho de la Cooperativa La Candelaria, alusivo, según nos dice, a la simplificación del principio de la teoría de la comunicación: “¿Qué tienen en común una gallina y un salmón? Que la gallina pone un huevo y lo va cacareando por toda la granja y el salmón desova miles de huevos y lo hace en silencio, sin anunciarlo”. Pedro Molina en estado puro.

-Recientemente ha recibido un homenaje en Valle Tabares como presidente de la Federación de Arrastre Canario por su trabajo como referente del sector ganadero. ¿Cómo lo vivió?

“Me lo tomé como un homenaje a muchos de años de dedicación y al empeño en dignificar el sector ganadero y agrario en su conjunto. En 1977 comenzamos los arrastres y nunca he faltado a ninguno. Agradezco mucho a la asociación de vecinos de Valle Tabares y la comisión de fiestas este homenaje, pero entiendo que es un premio colectivo. Me sentí muy querido”.

-¿Nos falta conciencia sobre el valor de la identidad canaria?

“No hay que presumir por ser canario, sino por estar convencido de serlo. Es conocer la tierra, la cultura, el entorno… Por ser canarios no somos los mejores del mundo. Somos buenos si lo somos de verdad y queremos serlo. Y eso es amar y agradecer lo que tenemos a nuestro alrededor y, sobre todo, no entender nunca que somos la última generación que va a vivir en este territorio”.

-¿No le seguimos dando demasiada importancia a lo de fuera respecto a lo nuestro?

“Porque no conocemos lo de aquí y lo de fuera nos lo ponen muchísimo para que lo veamos. Si hoy preguntamos en la calle el precio de las papas negras y nos dicen que son cuatro euros es una justificación para no comerlas porque son muy caras, pero es que en las cadenas de comida rápida un cartoncito pequeño cuesta 2,80. Y no nos parecen caras ¡a 20 euros el kilo! Hoy se debería enseñar a aprender y no a recordar. Enseñar a aprender es enseñar a tener criterio entre lo que tenemos delante y otras realidades. Enseñar a recordar es enseñar a repetir lo que dijo el profesor sin ir más allá. Si los alumnos escriben lo que dijo el profesor sacarán una matrícula de honor aunque no hayan aprendido nada”.

-Tenemos entonces, a su juicio, un problema a la hora de no profundizar lo suficiente en el conocimiento de nuestra realidad.

“Te pongo otro ejemplo. 1.000 litros de agua de la que nos pone el ayuntamiento en casa valen 60 céntimos. Si esos 1.000 litros de agua los compramos en garrafas de cinco litros a razón de un euro cada una, nos costará 200 euros. Y además dentro de un plástico que la sociedad nunca podrá destruir. Si las adquirimos en una botella de un litro a un precio de un euro, que nos parece normal, pagamos por los 1.000 litros de agua 2.000 euros. Y si lo compramos en un aeropuerto nos costará 7.000 euros. Somos una sociedad de estudios, de conocimiento, pero seguimos bebiendo agua que alumbraron nuestros bisabuelos haciendo unos canales a 2.000 metros de altitud para que hubiera agua en todos sitios. Y la sociedad ahora no solo no ha hecho nada por el agua, sino que le ha dado la gestión a empresas de fuera de aquí. Con ese ejemplo pedir que nos encariñemos con Canarias es bastante difícil. La verdadera autopista que está por construir es la que debe trasladar el agua desde donde está hasta nuestras casas”.

-¿Por qué no consumimos más productos canarios?

“Porque no los conocemos y porque no estamos encariñados con las cosas de aquí. Luchamos contra un cambio de cultura muy grande. Nuestras madres y abuelas le daban a nuestra comida mucha importancia, separaban el dinero de los ingresos que había en la casa para la comida y lo que quedaba era para lo demás. Y ahora es lo demás primero y después la comida. Un buen teléfono se ha convertido en una gran necesidad, superior a la alimentación. Si conseguimos comida muy barata y no es de aquí, la compramos, pero si es muy barata y es de aquí, antes de comprarla comparamos el precio con la de fuera. Si tuviéramos un coche nuevo, estando acostumbrados a pagar la gasolina a un euro, y si nos ponen una red de gasolineras que nos cueste un céntimo, ¿compraríamos esa gasolina? Posiblemente no, porque con el paso del tiempo el coche se nos estropearía. Pues el día que pensemos eso mismo con el organismo de nuestros hijos, a lo mejor volvemos a cambiar”.

-¿Cuál sería su primera medida si le nombraran consejero de Agricultura y Ganadería?

“Implicar al Gobierno para hacer una política agraria. Lo mismo que reclamo ahora. No puede ser, como ya ha ocurrido, que existan tres direcciones generales que gestionen el REA y estén enfrentadas entre ellas cuando hay un solo Gobierno de Canarias. La política agraria no permitiría que exista una consejería que fomente el autoconsumo y el índice de autoabastecimiento, y que haya otra que quiera favorecer la importación de productos porque forma parte de lo que puede ser un entramado social y económico diferente”.

-¿Hemos aprendido la lección de la crisis?

“La crisis no ha sido tanto que nos convirtamos en pobres, sino haber dejado de ser ricos. En estas situaciones se aprende mucho pero no lo necesario. No había un rico de hace 40 años que viviera como la clase media de hace 15. Con la crisis ha desaparecido el mayor consumidor de comida que había, que es el cubo de la basura. Los balances del Régimen Específico de Abastecimiento en los años de la locura económica aumentaron muchísimo y la gente no engordaba, pero era normal ir a una cena de 200 personas donde el pan se tiraba casi en su totalidad. Lo habitual era que consumiéramos en la cena prácticamente los entremeses y todo lo demás acababa en la basura. Y era normal también que alguien nos dijera que era de mala educación comerse toda la comida del plato. ¿En qué se parece mi abuela a una abuela de ahora? En que usaba dos zapatos. ¿Y en qué se diferencia? En que mi abuela solo tenía esos dos zapatos y la de ahora tiene 80. Pero nadie va con un saco lleno de zapatos cambiándose por la calle cada 50 metros”.

-Usted es una persona muy respetada por los políticos de todos los partidos. ¿La clase política actual está a la altura de las circunstancias?

“Los políticos son listos, aunque no todos son inteligentes. La diferencia es que si eres más listo te pasas de listo y si eres más inteligente no pasa nada”.

-¿Y qué diferencia detecta entre la política de ahora y la de hace 25 años?

“Antes, la política era crear cosas, ahora es responder a lo que dice la UE, la oposición, las redes sociales… pero la prioridad es mantenerse en el cargo. Los criterios de “yo no estoy de acuerdo con una cosa aunque me cueste el puesto” de hace 30 años no existen ahora. Lo que sí está demostrado, 2.000 años después, es que a Jesucristo lo mataron las multitudes y no fue un acierto”.

-¿Y habrá que recurrir a una solución divina para arreglar los atascos de la autopista del Norte?

“Estamos en una isla en la que se planifican obras que después no se hacen. Es necesario un estudio sobre la movilidad. Realizar una obra que signifique trasladar el atasco unos kilómetros más allá no tiene sentido. Eso es como decir: no quiero que el contenedor de basura esté en la puerta de mi casa porque me da mal olor, pero tampoco quiero que esté cuatro puertas más abajo porque me queda muy lejos. Santa Cruz y La Laguna necesitan obras internas que no hagan necesaria la utilización de la autopista TF-5. Yo optaría por un estudio de movilidad donde los ingenieros y arquitectos encontraran muchas pequeñas soluciones que confluyeran en la gran solución. Y nunca la obra faraónica que se diseñó hace 20 años de desdoblar la autopista. Hace falta un estudio serio, mantener a la sociedad entretenida no es la solución. En Gran Canaria han colocado pilares para pasar por encima del suelo rústico”.

-¿Qué le gustaría ser en el futuro que aún no ha sido?

“Nada. Estoy muy contento de haber nacido en la familia que nací, de tener la educación que he tenido y de haber aprovechado todas las oportunidades que se me han presentado. Y si a alguien le he hecho daño le pido disculpas.

-Pero a usted le aprecia todo el mundo; me cuesta pensar que tiene enemigos…

“Yo me llevo bien con todo el mundo porque con el que me llevo mal no me llevo de ninguna manera”.

Su batalla contra el cáncer: “Me podrás tumbar, pero no te va a ser fácil”

Desde hace unos meses, Pedro Molina lucha contra un cáncer de páncreas, una batalla dura que está ganando, según los últimos resultados médicos. No tiene reparos en hablar del tema. Más bien todo lo contrario. Sus palabras están más llenas de vida que nunca. ¿De dónde saca esa fuerza interior?, nos preguntamos. Una vez un periodista, después de un interrogatorio no demasiado amable, le preguntó al final: “¿Usted cree en Dios?” Y Pedro Molina soltó una de sus perlas improvisadas: “Eso solo le compete a Dios y a mí”.

-¿En qué momento se encuentra ahora respecto al tratamiento de la enfermedad?

“No tengo conciencia de la enfermedad o la tengo toda. No pienso en ella y estoy convencido de que va a vivir tiempo conmigo. Estoy operado de un cáncer de páncreas y tengo mis tratamientos de quimioterapia. Afortunadamente, el último escáner que me hicieron no refleja marcadores tumorales. Ahora no hay rastro de la enfermedad. No obstante, los servicios de oncología del Hospital piensan que debo seguir con la quimioterapia por prevención. Soy consciente de que no soy Supermán, pero si antes me ayudaban, ahora el que ayuda soy yo”.

-De todas formas, la palabra cáncer no significa lo mismo ahora que hace 15 o 20 años…

“Sí, yo lo único que he querido es que nadie me trate como un enfermito de cáncer. Un enfermo ha de procurar no molestar a la familia, que nos debe ver como personas con las que se puede convivir porque somos tolerantes con la dolencia. Eso sí, doy gracias por haberlo detectado a tiempo y que haya podido sobrevivir”.
-Debió ser muy duro el momento en que le comunican que padece la enfermedad…
“Es más duro imaginárselo que el momento en que te lo dicen. Lo primero que pensé es “me podrás tumbar, pero no te va a ser fácil”. Fue mi único pensamiento. Las responsabilidades que uno tiene en la vida le hacen pensar que no debe morir todavía”.

-¿Cómo se derrota al cáncer?

“No lo sé. Sin saber por qué yo tengo una actitud y me ha ayudado. Cuando voy al tratamiento de quimioterapia vienen enfermos que no conozco de nada a decirme que conservan un recorte de periódico de una entrevista mía y cuando les viene una bajona lo leen y les ayuda mucho. No pretendo dar lecciones de vida a nadie. Cuando me diagnosticaron el cáncer estaban todos los terrenos de cultivos sin sembrar, y fueron todos los agricultores a realizar la siembra. Fue una gran lección de solidaridad. La gente que me quiere, con mi familia a la cabeza, no me ha dejado caer nunca. Yo no sé el tiempo que la enfermedad me va a permitir vivir. Lo que sí sé es que quiero estar con la mente ocupada planificando cosas y viendo cómo se desarrollan. Esa actitud a mí me ayuda”.

-¿Cuánto le ha cambiado la vida?

“No te puedo decir si soy fuerte, no lo sé, pero sí te digo que mientras estuve en el hospital en lo más que pensaba era en la romería de San Benito, en cómo se puede mejorar, qué cosas habría que cambiar. Pedí permiso a los oncólogos y vine con mis animales y mi familia en una carreta. Al día siguiente volví al hospital y a la quimioterapia. Yo no creo que, si no me hubiesen diagnosticado el cáncer, habría sido más feliz que lo que soy ahora. Hace dos años tuve una úlcera en una pierna y lo pasé peor. Ahora lo que sea, será”.

-¿Cómo lo celebrará cuando los médicos le digan que está curado?

“No lo voy a celebrar”.

-Entiendo entonces que lo asumirá con la misma naturalidad con la que combate la enfermedad…

“Mi madre falleció de cáncer cuando yo tenía 16 años, mi padre falleció por la misma causa cuando yo tenía 32 y la única hermana que he tenido murió hace siete años también de cáncer. Esa es la razón por la que jamás celebraré estar curado, que todavía no es el caso”.