el diván

Síndrome de alienación parental

Cada vez son mas lo casos de padres que utilizan a los hijos como armas para vengarse de sus exparejas. Unos lo hacen de forma consciente, otros ante un ataque, y otros, sin darse cuenta del daño que le están causando al menor. Esto es lo que desde la psicología llamamos síndrome de Alienación Parental y ocurre cuando, tras una separación o divorcio, uno de los progenitores intenta educar a los hijos en el odio contra el otro progenitor. Utilizan a los hijos para aliviar su rabia y hacerle daño al otro. Está claro que en esta guerra entre adultos quien realmente sufre es el menor, ya que hablamos de maltrato hacia éste con sus correspondientes consecuencias.

Cuando una pareja se separa, ambos viven una pérdida y pasan por un cambio de rutinas, hábitos y forma de vida, pero a quien realmente le cambia la vida es a los hijos, ya que su núcleo familiar y el entorno tal y como lo habían conocido hasta ese momento cambia. El menor deja de convivir con una de las dos figuras más importantes de su vida como lo venía haciendo hasta el momento y, lógicamente, no lo entiende, incluso cuando la separación es beneficiosa para su desarrollo.
Aunque aún en Canarias se sigue dando la custodia a la madre en vez de la compartida (a no ser que haya un buen entendimiento entre los padres), se ha aumentado de forma progresiva el régimen de visitas, siempre en interés del menor y de la disponibilidad de los mismos. Lógicamente, hay que estudiar cuidadosamente cada caso buscando siempre el bienestar del niño, pero lo cierto es que hay miles de parejas separadas sin patología alguna e igualmente capacitados para ejercer como padres, donde tan solo por no entenderse entre ellos privan al menor de disfrutar de igual manera de su padre que de su madre. Yo como mujer me pregunto ¿quién soy yo para decidir que pase más tiempo conmigo que con su padre? Generalmente, la misma necesidad e ilusión tiene una madre por disfrutar de su hijo que un padre. El haberlos parido no nos da puntos extras para tener más derechos sobre el menor y al final a quienes estamos perjudicando es al niño que tiene el “derecho” de disfrutar de ambos progenitores. Y si a todo esto le añadimos el disparate de involucrarlos en problemas de adultos, haciendo comentarios negativos sobre uno de los progenitores (ya sea el padre o la madre), impedir, obstaculizar o destruir sus vínculos con el otro, impedir el derecho de convivencia con sus hijos, insultar o desvalorizar al otro progenitor en presencia del hijo, lógicamente aparecen las consecuencias y los únicos responsables somos los padres.
1. Desvinculación. El menor se desvincula y deja de necesitar su cariño. La falta de cariño produce un grado importante de estrés y ansiedad en los niños y dificulta su aprendizaje. El afecto es una necesidad básica en la educación de los hijos ya que crea un canal de comunicación donde se dice más que muchas palabras.
2. Trastornos de ansiedad en el momento de visitas. Sentimiento de abandono y culpabilidad.
3. Trastornos de sueño y en la alimentación.
4. Dificultades en la expresión y comprensión de las emociones. Solo expresa emociones negativas. Muestra incapacidad empática, aprendido por observación. “Si mi mamá o mi papá no entiende al otro, ¿por qué lo voy a hacer yo?
5. Problemas de conductas. Niños manipuladores.
Recuerda, involucrar a niños en problemas de adultos es hacerle un flaco favor a esa persona que estás intentando proteger. Los hijos no son amigos ni consejeros con los que desahogarse. Para eso mejor buscar ayuda profesional.
Importante analizar cada caso, pero por lo general reflexiona, que no haya sido la pareja que esperabas no significa que sea un mal padre. La única víctima en esta guerra es tu hijo.

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