candelaria

50 años poniendo huevos

Las gallinas se encuentran en un habitáculo adaptado a la normativa europea. | NORCHI
Las gallinas se encuentran en un habitáculo adaptado a la normativa europea. | NORCHI

Bajo un estricto control de calidad y de sanidad, que le ha valido renovar por segundo año consecutivo la certificación ISO 9001:2008, la granja avícola Castro Marrero es una de las mayores surtidoras de huevos de la provincia tinerfeña y una de las dos que se mantienen en Candelaria, más concretamente en la zona de Icerce-Malpaís.

La granja que lleva desde hace 14 años María José Castro, licenciada en Económicas, fue fundada en 1964 por su padre, José Castro Marrero, que desde entonces le da nombre y ha ido creciendo en una finca de más de 60.000 metros cuadrados en donde se ubican cinco naves para gallinas ponedoras y otra para un criadero de los pollitos que llegan a él con un día de vida -se traen en avión desde Valladolid y Tarragona, al precio de un euro cada uno- y del que salen a los cuatro meses cuando empieza su etapa productiva, que habitualmente suele durar poco más de un año. Antes de cumplir los dos años, las gallinas se llevan al matadero para ser sacrificadas.

La granja cuenta además con el símbolo RUP (regiones ultraperiféricas europeas) reservado a productos de calidad superior, que confirma las buenas prácticas llevadas a cabo en sus instalaciones para la producción y venta de huevos así como para la fabricación de pienso para consumo propio. Cuenta para ello con un gran molino y hay que destacar además que todo el proceso, desde la alimentación de las gallinas al empaquetado de los huevos en cartones, está automatizado, pasando por la recogida diaria de los huevos en una gran cadena y su pesado, que determinará cuatro clases: pequeños, medianos (los que más), grandes y supergrandes.

Los huevos de Castro Marrero se vendieron durante 14 años a una cadena de hipermercados, pero hoy se pueden encontrar en supermercados, hoteles y colegios de Tenerife, La Gomera, El Hierro y, en menor medida, en La Palma. La producción diaria está cifrada en 36.000 huevos diarios, disponiendo en la actualidad de 40.000 gallinas ponedoras, una producción que en esta época se suele vender toda, por el gran consumo de las pastelerías. “Es en verano”, comenta María José Castro, “cuando tenemos más problemas para colocar todos los huevos, porque baja la demanda en la Península y nos llegan de allí más huevos que nos obligan a rebajar el precio”. Un precio que gira en torno a los ocho céntimos por unidad, la mitad de lo que le cuesta a un consumidor.

En la granja trabajan, de seis de la mañana a la una y media de la tarde solo seis personas, contando a María José, lo que da idea del gran nivel de automatización del proceso productivo, porque hasta de la recogida del estiércol se encarga una máquina transportadora, siendo este además vendido por la granja a empresas que se dedican a fabricar compost, aunque María José Castro reconoce que “el Cabildo debe aprobar el plan de gestión de residuos para darle salida a la gallinaza”, el mayor problema de casi todas las granjas.

El proceso hasta que llegan los huevos al cartón es automático. | N. C.
El proceso hasta que llegan los huevos al cartón es automático. | N. C.

[sws_grey_box box_size=”100″]Maíz, soja, sal, bicarbonato…
Tenerife consume en torno a medio millón de huevos al día, lo que da una media, entre residentes y turistas, de un huevo por cada tres personas al día. Casi el 10% de esos huevos los aporta la granja Castro Marrero, que para ello tiene que disponer de un elaborado proceso de producción de pienso, con materia prima que exporta en los últimos años de Francia y Bulgaria. Mensualmente, el molino de la granja elabora el pienso con 100.000 toneladas de maíz y 60.000 de soja, a lo que habría que añadir la sal, bicarbonato y carbonato cálcico, este último fundamental para fortalecer la cáscara, que es lo que permite que el huevo pueda tener hasta 28 días de consumo preferente. Todo el proceso de elaboración del pienso, que se realiza gracias a un gran molino, está supervisado por un veterinario, así como los habitáculos de las gallinas y el dispositivo de luz y temperaturas, que desde hace 10 años ha modernizado la granja después de verse azotado hace un decenio por la tormenta Delta.[/sws_grey_box]