nombre y apellido

André Glucksmann

Detrás dejó partidarios y detractores; en ningún caso, indiferentes. Ese es el sino de los conversos -incluido Saulo de Tarso- que, movidos por una luz, revelación o chispa, transforman la pulsión en argumentos donde priva el método y la didáctica sobre lo realmente mollar: su cambio de rumbo y, por si no bastara, la busca de comprensión y el apoyo para el viraje. André Glucksmann (1937-2015) fue icono e ideólogo del Mayo Francés y popularizó tanto su apasionado maoísmo como su característico flequillo. Ayudante del sociólogo Raymond Aron, en 1968 se sumó a las revueltas estudiantiles y, siete años después, en La cocinera y el devorador de hombres, abominó del marxismo “que causa paradojas científicas y escabrosos campos de exterminio”. El escándalo no mermó su reputación y tildado entre los “nuevos filósofos”, con Pascal Bruckner y Bernard-Henry Lévy, integró el trío fustigador del comunismo. Junto a su amigo y maestro Aron y el existencialista Jean Paul Sartre, en 1979, demandó la acogida de refugiados vietnamitas en Francia y, desde entonces, juntó su furioso anticolonialismo con posiciones atlantistas que incluyeron su apoyo a las intervenciones de la coalición promovida por Estados Unidos contra el Irak de Saddam Hussein en la primera Guerra del Golfo (1991); de la OTAN contra la Serbia de Milosevic y en defensa de la minoría kosovar (1999) y en Libia contra el régimen de Muamar el Gadafi (2011). No dio tregua ni a sus simpatizantes, ni a sus críticos, con una obra personal, brillante y desgarrada; desde la autobiográfica Una rabieta infantil, a su definición intelectual -Sócrates y Heideger; ideas para un tiempo trágico- y Occidente contra Occidente y El discurso del odio, que sirven como justificación de sus mutaciones y decisiones polémicas, entre ellas, su plena conformidad con la invasión y la ilegal Guerra de Irak que, lejos de traer la seguridad, acentuó los daños y los riesgos para Europa. Si hasta entonces su autoridad moral había resistido, a duras penas y con matices, en 2007, cuando sostuvo con toda su artillería dialéctica a Nicolas Sarkozy en su campaña para las presidenciales francesas, le surgieron críticas de todas partes y perdió su condición de paladín de la libertad de los pueblos para la izquierda gala a la que constantemente zahirió bajo las acusaciones de “cobarde, blanda y corta”. Poco después y, a causa de las buenas relaciones del pequeño Nicolas con Vladimir Putin, el ensayista se distanció del político conservador y acentuó sus censuras al ruso por sus actuaciones en el conflicto contra Chechenia.