La batalla tecnológica

La guerra que el presidente francés François Hollande ha declarado al autodenominado Estado Islámico va a tener, al margen de los bombardeos y el portaviones enviado al Mediterráneo oriental, muchos frentes de batalla menos propagandísticos y tan eficientes como los anteriores. Las democracias europeas han descubierto ahora, tras los terribles asesinatos de París, que sus servicios de inteligencia y seguridad no sólo no estaban coordinados sino que se guardan celosamente sus propias investigaciones sobre sospechosos yihadistas.

El Eliseo contiene a duras penas su rabia por el silencio de la policía belga sobre los terroristas que salieron de sus calles para ir a matar a París. Todos estaban fichados como islamistas radicales pero no se puso en conocimiento del resto de países de la UE.

El primer ministro italiano, Mateo Renzi, ya propuso hace tiempo la creación de una ‘CIA’ europea o, al menos, una oficina de inteligencia común. Su propuesta, como ocurre casi siempre con la lenta burocracia de Bruselas, cayó en saco roto. Más temprano que tarde, esta batalla habrá de librarse porque la forma más eficaz de luchar contra el terrorismo, y España sabe mucho de esto, la llevan a cabo los servicios de inteligencia. Sin la estrecha colaboración de los cuerpos de seguridad de España y Francia posiblemente ETA seguiría actuando.

La otra batalla tiene que situarse, necesariamente, en las redes sociales. También ahora, después de la tragedia, se ha caído en la cuenta de que las armas de fuego se compran con inusitada facilidad a través de Internet. Que la cantidad de fusiles Kalashnikov que tenían los terroristas es solo una parte del arsenal que se mueve en suelo europeo. Que las mafias no solo trafican con emigrantes sino que el comercio de armas, a través de las redes sociales, es una realidad.

Muchos ciudadanos se preguntan a estas alturas cómo no se han cerrado esas webs que se dedican a reclutar jóvenes para la guerra en Siria. Ese es el otro frente de batalla. Si hay policía especializada que cada día barre la red buscando páginas donde los pederastas intercambian sus repugnantes videos y fotos, hay que cortar de raíz cualquier página que capte jóvenes para la yihad o chicas para ejercer de esclavas sexuales de los combatientes.

Los expertos advierten de que la calidad técnica de los videos del terrorismo islámico y su capacidad de captar adeptos es altísima e incluso han detectado que el tiempo trascurrido desde que un joven empieza a visitar estas páginas y su integración en las filas de ISIS es cada vez más corto. Mas que un ejército, el enemigo de las democracias occidentales es, además, una perfecta máquina de propaganda que utiliza la tecnología del siglo XXI para propagar una ideología del Medievo.

Y, por último, hay que poner freno a ese tránsito de combatiente’ que van a Siria a matar, a degollar rehenes, a violar a la población civil, a volar con dinamita el Patrimonio de la Humanidad, y vuelven luego a Europa como si vinieran de pasar unas vacaciones. Quizás, lo primero que deberíamos poner en cuestión es que los terroristas islámicos tengan un Estado. Son un grupo armado, de asesinos, que están en Siria y en Irak, pero también entre nosotros.