BALONCESTO

El Canarias empieza a preocupar

La decepción se apoderó del público que acudió ayer al pabellón Insular Santiago Martín al término del encuentro. / S.M.
La decepción se apoderó del público que acudió ayer al pabellón Insular Santiago Martín al término del encuentro. / S.M.

El Iberostar Tenerife vivirá una semana más con la presión de no haber podido ganar aún ningún encuentro en la Liga Endesa. Los de Alejandro Martínez cedieron ayer, en los instantes finales del encuentro, frente al Movistar Estudiantes (73-75) tras un partido malo, marcado por la irregularidad local y que solo Darío Brizuela, sencillamente espectacular, fue capaz de decidir. El duelo pudo haber tenido prórroga si los colegiados llegan a dar por buena una canasta de Tim Abromaitis, pero la misma fue considerada fuera de tiempo. El encuentro pudo ser sentenciado mucho antes por los locales, que desperdiciaron una ventaja de 11 puntos a favor en un último cuarto en el que los tinerfeños solo anotaron 10 puntos.

Antes de llegar al último segundo en el que Abromaitis tuvo el balón en sus manos, Canarias y Estudiantes habían rivalizado en errores, en un duelo con 31 pérdidas de balón y fallos que no parecían forzados.

Nico Richotti anotaba tan rápido cinco puntos como cometía a la vez dos personales cuando aún no se llevaban tres minutos de partido. Enfrente, Darío Brizuela, que hasta ayer llevaba un 1 de 9 en triples (11% de acierto), comenzaba a atacar desde la distancia el aro rival, bien defendido por Xavi Rey, cada vez más cerca de la versión que maravilló a todos.

Los jugadores insulares caen en el último segundo en un encuentro en el que llegaron a ir ganando de 11 puntos en el cuarto definitivo. / DA
Los jugadores insulares caen en el último segundo en un encuentro en el que llegaron a ir ganando de 11 puntos en el cuarto definitivo. / DA

El caso es que el Santiago Martín esperaba un partido fácil, al menos no demasiado complicado, que no llegó en un primer cuarto que se cerró con 21-22 en el electrónico.

El CB Canarias defendía bien, pero no era capaz de estar acertado de cara al aro de su oponente, que conseguiría la mayor ventaja del partido (25-30) al inicio del segundo cuarto. Eran pocos puntos, pero los suficientes para que Alejandro Martínez decidiera parar el encuentro. El tiempo muerto tuvo un efecto inmediato, parcial de 6-0 para el 31-30, a la par que fugaz, porque el Estudiantes volvió a mandar en el marcador cuando la bocina señalaba el final de la primera mitad (34-36).

El paso por los vestuarios sentó bien al Iberostar Tenerife. Daba la impresión de que, por fin, en el tercer cuarto el duelo se rompería en favor de los locales, mejores potencialmente que el Estudiantes que, más pronto que tarde, debería echar en falta a Vladimir Stimac y Nacho Martín. Dio aún más esa impresión cuando un triple de Tim Abromaitis colocaba a los canaristas con 10 puntos por encima en el marcador (60-50). El Iberostar Tenerife era más bloque, abusando menos de individualidades, siendo capaz de acabar el tercer cuarto con 63-52.

Pero todo cambiaría en los últimos 10 minutos. El Estudiantes, posiblemente debido a su insultante juventud y a esa capacidad de Diego Ocampo de explotar los defectos del rival, no se rendiría y, poco a poco, como si quedara un mundo, comenzaría a recortar diferencias.

Primero fue con un 65-60, luego se pasaría al 70-68 hasta que, Brizuela, quién si no, con otro triple pusiera las cosas en 70-72. Al exterior estudiantil le quedaba aún pólvora para conseguir una nueva canasta de tres puntos, llevando el duelo al 71-75. Cada vez que se levantaba lo hacía con una seguridad pasmosa, haciendo imposible la defensa sobre él.

Con 73-75 y 15 segundos por jugarse Zach Graham cometería pasos. El norteamericano, tan desacertado como su compatriota Brandon Thomas, daba la oportunidad al Iberostar Tenerife de empatar el partido, pero Richotti optó por buscar la victoria con un triple. La pelota fue escupida por el hierro y fue a parar a las manos de Tim Abromaitis, que anotó, pero fuera de tiempo según los colegiados, dejando al Santiago Martín entre el desconsuelo y la preocupación.