tribuna

Celos

El Partido Popular y al PSOE les ha dado un verdadero ataque de celos ante la incorporación del general Julio Rodríguez a las filas de Podemos. La reacción del Gobierno ha sido tan airada que incluso han acelerado hasta el paroxismo su pase al retiro, cesándole como vocal de la Asamblea de la Real Orden Militar de San Hermenegildo, cargo del que, al no ser un nombramiento del Ejecutivo, es discutible que pueda cesarlo.

Que la vicepresidenta, en rueda de prensa del Consejo de Ministros, le acuse de falta de “idoneidad” demuestra su nerviosismo ante la eventualidad de estar perdiendo votos en un caladero tradicional del PP como era la milicia. Parecen olvidar que los militares, como ciudadanos de este país, también han sufrido los recortes y la crisis. Hubieran deseado, sin duda, que esta incorporación se hubiera hecho en sus filas, pese a los problemas que tiene Rajoy para colocar a algunos ministros que se han quedado de segundones. De haber sido así, se habrían ensalzado sus virtudes castrenses, su apuesta por unas siglas que “son las únicas capaces de defender la unidad de España” y venderían su impecable hoja de servicios.

Lo mismo podría decirse de los socialistas, con el agravante de que “uno de los suyos” se les ha ido con el rival, ya que la imagen que todo el mundo conserva del general Rodríguez es su impecable estampa con el uniforme del Ejército del Aire acompañando a la ministra Carma Chacón cuando estaba al frente de Defensa.

El PSOE, que tan necesitado está de incorporaciones de prestigio y que, sin embargo, ha colocado en sus listas a nombres discutidos y discutibles. ¡Le habría venido tan bien a Pedro Sánchez contar con un militar de tan alto rango y tan prestigiado! De ahí las descalificaciones y los celos.

Pero el mérito no es de Podemos, a quien le ha caído del cielo tan ilustre acompañante. El mérito es del general Julio Rodríguez quien, habiendo cumplido su carrera militar, es capaz de arriesgar honra y honor por defender sus ideas progresistas y la convicción de que puede todavía servir a la sociedad en una actividad tan desprestigiada como es la política. Fue un jefe de Estado Mayor de la Defensa leal y eficaz, y pidió el retiro antes de anunciar su candidatura.

Hay que tener una enorme convicción para dejar un cómodo retiro y pasar a defender los argumentarios de Íñigo Errejón, quien, por su aspecto, podría ser su nieto. Haber acatado toda la vida la dura disciplina militar para aceptar ahora la de un partido político que ha pasado de querer salir de la OTAN a defenderla. Las ordenanzas militares son estrictas pero los bandazos ideológicos de su nueva formación no le van a resultar fáciles. Todas las manos limpias son necesarias en la vida pública y ojalá la decepción no le haga arrepentirse del paso dado.