El dardo

La cumbre de París

El próximo lunes comienza en París la Cumbre del Clima, en la que se darán cita 117 primeros ministros y/o presidentes de 196 países, cuya principal propuesta consiste en la adopción de medidas jurídicamente vinculantes para todos, que es lo importante, a fin de reducir el efecto invernadero. Se trata de que en 2100 la temperatura media de la tierra no haya crecido más de 2 grados -no entre 3,6 y 4,8, como prevén los especialistas en la materia-, que es lo que inevitablemente sucederá si los dirigentes mundiales no cortan el calentamiento global. La cuestión tiene una importancia decisiva porque, según los mayores expertos mundiales en climatología, la humanidad está a seis grados de alcanzar la cota en la que las formas de vida conocidas, incluida la humana, no podrían sobrevivir.

La triste realidad es que los periodos naturales de enfriamiento y calentamiento de nuestro planeta, que hasta hace pocos años se consideraban cíclicos y naturales, se ven ahora condicionados por la mano del hombre. Ni el derretimiento de los glaciares, ni las variaciones de algunas corrientes marinas, ni el imparable crecimiento de la concentración de gases de efecto invernadero, ni el aumento de la frecuencia y violencia de fenómenos naturales extremos, ni la desertización y erosión progresivas de muchos lugares, ni la constante desaparición de especies marinas y terrestres, ni las alteraciones que sufren grandes masas forestales, ni el desplazamiento hacia el este del anticiclón de las Azores, ni los fenómenos meteorológicos extremos -algunos hemos sufrido en Canarias los últimos años- se producen porque sí. Son fruto de los excesos en el proceso industrializador,× la deforestación, los incendios forestales, la utilización desmedida de combustibles fósiles, el mal uso del suelo, etc. Estos abusos o se combaten entre todos, pero sobre todo por los países que más contaminan (solo China y Estados Unidos producen la mitad de los gases de efecto invernadero), mediante planes, estrategias, protocolos y normas de obligado cumplimiento o la humanidad irá directa a la catástrofe. El reto es enorme, de ahí la necesidad de una concienciación colectiva para, a partir de ella, que cada uno contribuya en la medida de sus posibilidades a que nuestro planeta siga siendo habitable.