tribuna

Dos décadas sin Yitzhak Rabin – Por Rafael Ben-Abraham

El ex primer ministro Yitzhak Rabin forma parte de la historia universal y del pueblo de Israel por derecho propio. Ahora que recientemente, si tomamos como referencia el calendario hebreo, se cumplen 20 años de la ausencia física de uno de los principales artífices del proceso de paz en Oriente Medio y que fue merecedor del premio Nobel de la Paz (el 4 de noviembre, según el calendario gregoriano), su espíritu vive en cada flor de olivo. Su memoria pervive como el aire fresco del otoño ya bañado por las primeras lluvias y los pétalos de azahar de la primavera. Soldado ejemplar e irrepetible y estadista generoso, fue una promesa cumplida de apuesta por la paz que se vio cercenada por la condición humana más despreciable y reprobable, porque nadie tiene derecho a apropiarse del futuro de otros apartándolo de la faz de la tierra. Aquel militar que entraba victorioso en la margen oriental de Jerusalem durante la guerra de los Seis Días de 1967 abrazado a un Séfer Torá, tras restablecer la soberanía de Israel en la ciudad tres veces santa, fue capaz de soportar enormes sacrificios y concesiones en aras de una convivencia pacífica con los vecinos árabes.

Su trágica muerte el 4 de noviembre de 1995 fue una bofetada a todo lo que representa el judaísmo, la preservación de la vida judía por encima de todo. Un judío que derrama sangre judía atenta contra la historia milenaria de Am Israel. Algo espantoso y terrible, que aún debe servir de análisis y reflexión para no caer en errores que sólo han acarreado calamidades y desastres para nuestro pueblo; el odio y la maledicencia siempre han supuesto la ruptura y la ruina en muchas generaciones y eso lo recordamos cada día, ya sea en nuestras plegarias cotidianas, ya sea mediante la lectura de los textos históricos. Y es que la lengua que ofende y avergüenza puede ser tan mortal como la daga o la bala que corta el aliento. Hoy, con la perspectiva de 20 años de historia, desde aquella fatídica noche, me sigo preguntando qué pudo haber fallado en la formación humana y religiosa de Igal Amir, que estudiaba en una prestigiosa universidad (Bar Ilan). ¿Dónde está el error? ¿Quién pudo dar amparo a tanta locura concentrada en la idea de matar hasta el extremo de comprometer al resto de la comunidad, del Kahal Israel? He aprendido que nuestros actos repercuten en nuestro prójimo, somos responsables subsidiarios de todo lo bueno o malo que hagamos. Israel vive momentos aciagos y de incertidumbre, lucha en varios frentes contra la incomprensión y acoso de la denominada comunidad internacional que no sólo se contenta con poner en tela de juicio su derecho a la defensa frente al terrorismo, pretende expoliarle de sus señas de identidad reflejadas en su vasto patrimonio histórico y arqueológico, léase la cueva de los Patriarcas, la identidad del Kotel.
* PERIODISTA. SECRETARIO PORTAVOZ
DE LA COMUNIDAD JUDÍA DE TENERIFE