A veces soy humano

Estirpe de canallas

Se propaga a través del código genético la malignidad de ciertos especímenes humanos? ¿Un canalla, al reproducirse, transmite su escala de valores a la prole? ¿De un padre o madre sinvergüenza se cría a una descendencia carente de principios éticos y morales? Estas preguntas y cuestiones harían sufrir de insomnio a cualquiera, máxime si cruzamos ese parámetro con la densidad media de caraduras y egoístas que pueblan este país.

Lo llaman picaresca cuando es simple mamandurria; lo disculpan en público y privado porque siempre hay algún ejemplo peor. Hay que reconocerlo, al mangante se le trata relativamente bien en España, y con un poco de suerte, rellenamos sus bolsillos o los de sus allegados con exclusivas, entrevistas y confesiones públicas. Todo sea por el espectáculo. Un canalla, siempre y cuando no se le descubran los líos y trapisondas acostumbrados, puede incluso colarse en la lista o plancha de cualquier partido político o agrupación electoral, con lo que sus manejos se desarrollarán bajo ese paraguas de relaciones y amistades que proporciona la esencia de la vida política actual.

Sin pensar demasiado seguro que a muchos se nos ocurren auténticas estirpes de canallas que, ya fuera en la actualidad, en el pasado reciente, en los últimos 35 años o incluso en la historia ancestral española, han plantado sus reales y apellidos en todo tipo de tropelías contra el bien general y público; y eso sí, a favor de su ambición, bolsillos y protagonismo social.

Al igual que en la versión musical del mítico grupo español de rock Barón Rojo, y parafraseando al Charles Baudelaire del absenta y la oscuridad, los canallas como las flores del mal, germinan en cualquier lugar. Se precisa el esfuerzo de biógrafos, aficionados y profesionales, para confeccionar un árbol genealógico de estas familias de truhanes; dónde están, de dónde vienen y quiénes son. Sería de agradecer.
@felixdiazhdez