tribuna

Falta reflexión

Las ideas han dejado paso al marketing y la filosofía al practicismo. Lo único que importa es el resultado. En política, desde luego, pero también en todas las cosas cotidianas. El Papa Francisco acaba de recordar que estamos inmersos en la cultura de “usar y tirar” y que eso no conduce a una sociedad mejor, sino a una sociedad que vive con precipitación y que busca conseguir “todo ya”.

Por eso se reclaman cambios legislativos inmediatos en función de sucesos concretos, los niños quieren conseguir todo al instante, se ofrece aprender idiomas sin esfuerzo o se copian y se importan sistemas de ventas, como el Black Friday, que logran un éxito arrollador, aunque no tengan raíces entre nosotros. Los españoles somos especialmente proclives a importar cosas y asumirlas sin problemas, aunque no sean nuestras: somos los que tenemos más teléfonos móviles, más kilómetros de AVE o los más fanáticos de Halloween.

En política está sucediendo lo mismo a pasos agigantados. Los ingenuos que esperábamos un debate de ideas ante las próximas y decisivas elecciones, por la cantidad de problemas sin resolver o por resolver, nos hemos quedado con un palmo de narices. La carrera de los aspirantes a presidir el Gobierno de España se ha convertido en una gira por las televisiones donde no se habla de ideas sino de tácticas para ligar o de estrategias de fútbol. Nada de pensiones ni de sanidad, educación, el conflicto catalán, la Justicia o el empleo. Marketing, puro marketing. Teatro, puro teatro.

El presidente del Gobierno renuncia a los debates porque entiende que le pueden perjudicar y el líder de Podemos vende su ideología por la posibilidad de alcanzar el poder. Entre medias, Ciudadanos y el PSOE buscan un lugar estratégico donde situarse sin comprometer nada de sus futuras acciones. Oportunismo y un cierto cinismo trufado de demagogia en todos. Frases, eslóganes que esconden el debate sobre dónde queremos que esté nuestra sociedad dentro de diez o veinte años. Un debate de ideas y proyectos que van desde la reforma de la Constitución y la idea de Estado a la economía, la educación, la sociedad, la justicia o el Estado del bienestar…

Ortega escribía hace décadas sobre el “pensar fraseológico”, algo así como añadir a la realidad un suplemento falso que le añade rotundidad. Si sustituimos ese pensar fraseológico por el marketing, el pensamiento de Ortega quedaría hoy así: “el marketing sólo es valioso en la medida que es útil y sólo es útil en la medida que encuentra un modo de creer afín, una propensión colectiva a creer en el marketing. En cuanto ésta falta, pierde aquél su única respetabilidad, ya que nunca poseyó la sola virtud inmarcesible del pensamiento, que es ser verdadero”.

En vez de ajustar el pensamiento a la realidad, los que actúan así tratan de ajustar las cosas a sus intereses. En vez de pensar en los ciudadanos, piensan en el camino más rápido para llegar al poder. Por eso se han cargado la filosofía y las humanidades de los planes de estudio y por eso los ideólogos han sido sustituidos en los partidos por los expertos en televisión.