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El general en su laberinto

1. Al general de Podemos, el teniente general (de cuatro estrellas) José Julio Rodríguez, del arma de Aviación, lo van a aburrir los radicales. Y a cualquier persona normal. Podemos se construyó para destruir. Cualquier persona sensata que, movida por sus ideales o por el hartazgo de lo que ve, ingrese en sus filas, se convertirá en carne de cañón. No hay sitio para la decencia. Sí lo hay para la destrucción de valores, para el no a todo y para la radicalización de la política. La jueza Victoria Rosell, Vicky la Sandinista, como la llaman algunos de sus compañeros, me pega ahí; no me pega el general Rodríguez. La dimensión destructiva de Podemos la da la mera visión de un pasillo de la Facultad de Políticas de la Complutense, centro donde nació el partido, convertido en un chiquero, en un cochinal. No hay lugar para la cordura en este partido que ha fagocitado a Izquierda Unida y a parte del PSOE y ha copado la cuota radical de la izquierda extrema de España. No llegan a más, han tocado techo, rebotado en él y están bajando. Digan lo que digan. Se equivoca Rodríguez y se equivoca Rosell y se equivoca el magistrado Yllanes, que iba a juzgar a la infanta Cristina (de la que se ha escapado, probablemente, porque Podemos odia a la monarquía y aunque Yllanes los hubiera aparcado, los sentimientos son los sentimientos).

2. Mientras en España Podemos se niega a entrar en el pacto anti yihadista, en Francia los parlamentarios se unen para cantar La Marsellesa y apoyar a su presidente. Aquí no tenemos ni himno; bueno, tenemos uno sin letra, que yo siempre canto con la letra de Pemán. Qué ejemplo de Francia, pero es que nosotros tampoco tenemos grandeur, sólo sentimientos cutres y trasnochados. No existe sentido de patria, ni respeto a los valores supremos que deben cimentar un Estado. Somos una mierda.

3. Asco de país el nuestro. La España culta no existe sino una serie de mandarrias que se colocan un disfraz de catedráticos. Raspas y no hay nada. Estos partidos llamados emergentes están formados, a un lado y a otro, por una serie de chiquilicuatres. Pero la culpa no es sólo de ellos sino de los mamones de la derecha tradicional que se olvidaron de que robar es pecado.