Bienmesabe

El general que tiene quien le vote

En 1961, un imaginario coronel colombiano de García Márquez no tenía quien le escribiera. En 2015, el general español José Julio Rodríguez sí va a tener quién le vote. El primero se movió entre las páginas de un genial relato corto del premio Nobel. El segundo asegura un escaño en el Congreso de la mano de Podemos. Rodríguez, exjefe de la JEMAD (Jefatura del Estado Mayor de la Defensa) en los tiempos del nefasto José Luis Rodríguez Zapatero, cuando fue ministra del ramo Carmen Chacón, ha colgado el uniforme, del mismo modo que algunos monjes cuelgan sus hábitos. Y decide entrar en política. Debo confesar que nunca me ha gustado ver personajes uniformados metidos en política. Determinadas especialidades de la función pública deberían estar lejos de semejante opción y/o tentación. Muy especialmente militares y jueces. Pero es verdad que José Julio Rodríguez ya no tiene responsabilidades en la milicia porque se ha retirado completamente y, por tanto, es un ciudadano como cualquiera, que está en su legítimo derecho de hacer lo que le venga en gana. Pablo Iglesias, jefe de Podemos, se ha vanagloriado de contar con él y hasta ha dicho, en público, que será ministro de Defensa cuando él (Iglesias) sea presidente del Gobierno de España. Y es ahí, justamente ahí, donde me ha entrado un ataque de alferecía, es decir, de risa, que todavía me dura. Porque ni Iglesias será presidente del Gobierno de España tras las elecciones del 20 de diciembre venidero. Ni, por supuesto, Rodríguez volverá jamás al Ministerio de Defensa (y ellos los saben, como argumenta el meme de Iglesias que circula por las redes; de Julio. No de Pablo). España es un país sorprendente. Repleto de generales golpistas que entraban a caballo en el Congreso o de tenientes coroneles de la Benemérita que lo hicieron con tricornio y pistola en mano, agujereando con las balas de sus armas los frescos de los techos de la Cámara Baja. Por eso el fichaje de Rodríguez me resulta, cuando menos, chocante. Vaya por delante mi más escrupuloso respeto por su iniciativa. Pero nadie pueda extrañarse de mi extrañeza. En democracia, sólo supe de un teniente general del Ejército de Tierra, en activo, como vicepresidente del gobierno de mi admirado Adolfo Suárez, quien dio la cara, el cuerpo, los brazos, la gallardía y el señorío de que disponía, para parar a los candidatos a déspotas a costa de jugarse la vida. Se llamaba Manuel Gutiérrez Mellado y en esta ciudad tiene una plaza. Murió en un accidente (¿?) de tráfico y ya casi nadie se acuerda de qué papel jugó en el restablecimiento de la democracia. La grandeza de la España de la Transición estaba en ellos: Suárez, Gutiérrez Mellado, Felipe González, Alfonso Guerra…, y tantos otros. Hoy sólo nos rodea la miseria política. Y basura. Basura política por todos lados y por todas partes. Nada que ver con José Julio Rodríguez, el general rojo dicen que le llaman. Curioso, porque el uniforme del Ejército del Aire es azul. Ya hubo otro Rojo en la República, en la segunda. Pero de apellido. No de uniforme. ¡Dios, me hago un lío! Pero, de verdad, deseo suerte y éxito total, como futuro diputado de Podemos al general Rodríguez, al gallego orensano que, eso sí, acumula a sus espaldas un expediente impecable: como militar, como alto cargo de la Defensa, como hombre templado. Como ciudadano español. Y como ciudadano de izquierdas. Es hora de que nos acostumbremos a ver a exmilitares de valía en política. Es buena señal. Rompe el mal recuerdo de quienes, también uniformados, tomaban decisiones dando puñetazos sobre la mesa o firmando penas de muerte que terminaron con la vida de muchos civiles delante de los paredones. Celebro que Rodríguez venga a arrojar un poco de vinagre a la mayonesa. Pero no para cortarla. Más bien para hacerla más sabrosa…