el charco hondo

Hoy

Hoy, ahora mismo, en este momento, en alguna ciudad de algún país, una o varias personas están preparando varios chalecos con explosivos, chequeando el plan, entregando o recogiendo unas kalashnikov, repasando paso por paso la operación suicida que les han encomendado, atando los últimos cabos del atentado, pagando pasaportes falsificados, tiñéndose el pelo, tirando el móvil al acabar cada conversación, mudándose por penúltima vez, bajando las persianas de un apartamento del centro o la periferia de no sabemos dónde. Hoy, ahora mismo, en este momento, en alguna ciudad de algún país, una o varias personas están quedando para tomar café en la terraza de siempre, comprando las entradas para ir a un evento musical o deportivo, adquiriendo un billete para volar a casa de unos amigos que viven en el extranjero, decidiendo si coger el metro a las 7:10 o el autobús a las 7:30, convenciendo a unos familiares para que los acompañen a un centro comercial, aceptando una invitación para pasar un fin de semana en un pueblo al que cogiendo el tren de las 9:30 se llega en apenas dos horas. Hoy, ahora mismo, en este momento, en alguna ciudad de algún país, una o varias personas desconocen la identidad de aquellos a los que van a matar cuando estallen las bombas que llevarán pegadas al cuerpo. Hoy, ahora mismo, en este momento, en alguna ciudad de algún país, una o varias personas no saben que van a morir en la terraza donde tomarán café, en el recinto del evento musical o deportivo al que irán, en el avión, el metro o el autobús que tomarán, en el centro comercial o el tren, cuando en milésimas de segundo todo se transforme en un infierno de metralla y explosivos. Hoy, ahora mismo, en este momento, en cualquier ciudad o país no debemos dejar de tomar café, hacer planes, volar, ir a conciertos o a partidos de fútbol, pasear, movernos. No podemos dejar de vivir aunque sepamos que hoy, ahora mismo, se esté preparando el atentado que saldrá en las noticias de aún no sabemos qué día.