nombre y apellido

Maureen O’Hara

La última noticia sobre su carrera llegó en 2014 cuando la Academia de Hollywood le concedió un Oscar honorífico, que le fue entregado por Clint Eastwood y Liam Neeson, como reconocimiento tan justo como tardío a la hermosa irlandesa que falleció este otoño, rodeada de su familia y en su casa de Idaho. Maureen Fitz James (1920-2015) nació en la ciudad de Ramelagh, hija de un acomodado comerciante y de una cantante de ópera. Fue educada, como sus cuatro hermanos, en una exigente formación musical y mostró cualidades para el bel canto, pero eligió el teatro y el cine y fue, desde la adolescencia, una actriz de carácter que, con el apellido O’Hara, cuajó una excelente filmografía bajo las órdenes de magníficos cineastas y hábiles taquilleros. En el Reino Unido intervino en filmes musicales de bajo presupuesto; fue descubierta por el británico Alfred Hithcock en 1939 en La posada de Jamaica y trabajó con Jean Renoir en 1943 en Esta tierra es mía. Firmó un contrato de exclusividad con la RKO y, a partir de ¡Qué verde era mi valle, John Ford la convirtió en su favorita.

Mediado el siglo XX, cuando el color había descubierto su melena pelirroja y su brava belleza, intervino con sus dos grandes amigos, el maestro Ford y el popular John Wayne, en tres títulos de referencia: Río Grande, El hombre tranquilo y Escrito bajo el sol. También compartió reparto con actores legendarios como Charles Laughton, Errol Flynn, Henry Fonda, Anthony Quinn, Cornel Wilde y Peter Lawford, entre otros. Fue la reina indiscutible de las aventuras en color, con argumentos sencillos, comprensibles y maniqueos, grandiosos escenarios naturales para exteriores turísticos y decorados costosos y complejos para mover a estrellas, galanes guapos y figurantes aparentes en acciones trepidantes. Además de su belleza sensual, ella aportó una calidad interpretativa que, en muchas ocasiones, no encontró la réplica adecuada en los partenaires de moda. Con cincuenta títulos a sus espaldas se retiró en los años setenta pero, en cuanto se lo propusieron, volvió a ponerse ante las cámaras en papeles secundarios y producciones de escasa entidad. También aceptó participar en series televisivas, actividad que la llevó hasta el sigo XXI, con Last Dance y, en 2004, presentó un libro autobiográfico en el que, con prodigiosa memoria, humor y autocrítica, narró sus peripecias vitales y artísticas y las relaciones personales que el cine le permitió mantener “con gente más interesante que ella misma”.