Ligeros de equipaje

Navidad en octubre

Hace unas semanas supe de una noticia que me enterneció, porque me emociona profundamente cuando la gente se solidariza en torno a una causa hermosa.

Evan Leversag, un niño de siete añitos de una localidad canadiense, que padece un tumor cerebral desde hace cinco años y que se está extendiendo, les pidió a sus padres que quería conocer a Bob Esponja. Su madre pidió públicamente a todos los miembros del lugar que quisieran participar para adelantar las navidades a octubre porque el pronóstico de vida de su hijo mostraba que era muy probable que falleciese antes de esa fecha. Toda la población se involucró, vinieron de muchas localidades vecinas y decoraron todo el pueblo con luces y motivos navideños, sacaron las carrozas, montaron los árboles con regalos, bolas rojas y doradas, estrellas, guirnaldas, renos. Y allí estaba Evan, en medio de la adelantada pascua para celebrar lo que iba a ser su última navidad. Se fundió en un apasionado abrazo con su amigo Bob Esponja. Un gran regalo de los múltiples papá noeles en los que nos podemos convertir, haciendo pequeños pero en realidad grandes gestos de amor hacia la vida.

Claro que hay casos como la de aquella periodista que a base de patadas a los refugiados sirios que huían con sus hijos en brazos de la guerra y, que a base de zancadillas los derribaba, no me interesa ella, ni su nombre, ni su obra. Centrémonos en el primer caso y cómo construir mundos alternativos donde quepamos todos, donde demos espacios a pequeños milagros como navidades en octubre.