A veces soy humano

Revenidos observadores

Oteando el paisanaje local e incluso levantando la vista hacia el horizonte allende nuestros mares lejanos, se detecta una miríada de observadores y comentaristas de postín que, en muchos casos, no sabemos de dónde han salido. Algunos profetizan; otros, previo pago, otorgan certificaciones de honestidad y los más osados castigan a sus detractores desde atalayas protegidas. Al menos el soldado se esconde en la trinchera, primero para protegerse y después, con la intención de disparar alguna ráfaga al enemigo parapetándose tras los sacos de arena. Nuestros protagonistas no necesitan arriesgar, lejos del barro de la batalla y la calle se sientan, cómodamente instalados en sus butacas acolchadas, y afilan la pluma.

Debería exigirse a estos comentaristas del todo; estos francotiradores acomodados y sin puntería, que practicaran un leve ejercicio de autotransparencia. En absoluto me refiero a ver el descuelgue de su ropa interior, más bien apunto a que los lectores, oyentes y televidentes tienen derecho a conocer desde qué atalaya disparan; si bienviven de sus comentarios, críticas y tertulias o disfrutan de otras prebendas, pagos o echaderos para poder opinar a la medida de sus desconocidos patronos. Puede parecer un asunto menor esta exigencia de claridad a quienes colaboran en la creación del estado, provincia o esa aldea liliputiense mal llamada opinión pública. No olvidemos que con una sociedad mayoritariamente mal informada, y entretenida en rifirrafes televisivos de dudoso gusto, unida a su escaso nivel educativo, obtendremos la fórmula perfecta para la manipulación más burda. Por eso deberíamos saber quiénes están detrás de los opinadores, qué trayecto profesional han seguido, quién paga sus facturas o les tapa del frío que hace en la calle. Algunos de ellos, a base de bravatas o un pasado más o menos pintoresco en lo ideológico y lo laboral, se han transformado en sicarios gritones, con el verbo y la palabra, en caricaturas que recitan el oremus de sus jefes mediante soniquetes que todos podamos entender.
Ahí reside su objetivo, que luego repitamos y aceptemos la versión para consumo popular, de sus interesados argumentos.

@felixdiazhdez