nombre y apellido

Rosa María y Ángel Ramos

En la casa franca y cálida de Rosi y Ángel (o Ángel y Rosi porque el orden de los nombres no altera los valores genuinos de la hospitalidad y la alegría) celebramos esta noche el vino joven, con el otoño en plenitud y con “el fuego a la castaña y mano al barril”, que cantamos en La Palma por San Martín, alternativa y excepción de origen flamenco al patronazgo general del apóstol san Andrés, señor de las tareas, las viñas y las bodegas. Conocí a Rosa María Batista (una voz poderosa, diáfana y emotiva en todos los temas y registros) y Ángel Ramos, en el animado Garachico (que ahora vuelve a sus fueros sociales y culturales) y por la mediación de Juan Manuel de León, alcalde que fue de la Villa y Puerto, con el que caminé, y aún camino, los imponentes y risueños cantones por donde Tenerife se empina, se sosiega y se desploma. Entonces, el matrimonio entrañable y cordial, nos mostró el don invariable de la generosidad y el premio a la cultura del esfuerzo y del ingenio en una finca que, golpe a golpe, piedra a piedra, es a la vez huerta y jardín; y, como regalo más allá del calendario, con una parranda antigua que salta de los palos comunes de la tierra propia al territorio infinito del bolero, del folclore americano, naturalizado en las islas, al pasodoble y la copla cañí con sentido, historia y moraleja. En tres largas décadas de vigencia, el san Andrés de Viña Trigo reúne a una amplia y heterogénea cofradía, sin otra regla que el buen tono y el entendimiento, cuyos miembros, en muchos casos, sólo coinciden en la noche más alegre de noviembre con los sabrosos pretextos del estreno del vino nuevo y el culto de la vieja tradición. Pregón y testimonio de esos encuentros, cada año un escritor/a o, mejor dicho, una persona con piel y memoria, ambienta con recuerdos e impresiones los dibujos y aguadas de Pascual González Regalado al punto que, hasta la fecha, una treintena de obras adornan la amplia estancia y, con la cita de la actualidad cambiante y la libertad de expresión, dejan constancia de la fortaleza de las costumbres que definen y justifican las almas de los pueblos. En esta edición, Helena Paniagua nos habló del Protocletos, el primer llamado por Jesús para su causa, hermano de Pedro el Pescador que, como despensero, procuró que nunca faltara el vino y el pan del Rabí y los Doce y recordó que tampoco, en el inolvidable rincón de Los Silos, jamás falta cuanto demandan para su goce los cuerpos y espíritus en los tiempos oscuros de los negocios sucios y los recortes.