el charco hondo

Prueba de que el asunto catalán se ha gestionado mal -mediocridad, inacción, partidismo- es que los independentistas se han apropiado del sí, lo han hecho suyo, es suyo. Ellos son el sí porque se ha permitido, condenando al territorio social del no a quienes sencillamente, sin alardes, prefieren seguir formando parte de este montón de gente a la que nos ha pasado un montón de cosas juntos (¿cómo habría descrito Montalbán lo que está ocurriendo?). Al permitir que los separatistas se apropien del sí han colocado la carga de la prueba sobre aquellos que dicen no a la independencia, un no que los sitúa en una debilidad de partida porque siempre es más fácil una bandera-afirmación. El sí, en política o en publicidad, lleva la iniciativa. En Cataluña sí es irse y no quedarse: tendría que ser al contrario. Un lenguaje tan oficial como torticero deja en clara desventaja a quienes diciendo sí a seguir avanzando o sí a construir sumando cargan con la etiqueta de ser los que defienden el no a un proceso abonado por independentistas -bajo ese paraguas, ¿cuántos son realmente independentistas y cuántos han encontrado en La Situación una alfombra que ayude a tapar o escapar?- y constitucionalistas -¿cómo presumen de abrazar la Constitución quienes la están matando con su inmovilismo?-. Cataluña, ahora sí, nos ha entrado a todos por la ventana, importando poco si se vive en Pontevedra o Vallehermoso. Con Rajoy estudiadamente disfrazado de comandante en jefe, los cálculos de los laboratorios electorales amenazan con que el 20-D se vote en catalán, pervirtiéndose así las urnas de diciembre y, en consecuencia, sus resultados. No han sabido o querido -tanto da- evitarlo, y nada podemos esperar porque se abre un campo minado de cuarenta días en los que pesarán más las preocupaciones electorales que las razones de Estado. Han dejado que la iniciativa la lleven independentistas y escapistas. Quienes están Juntos por el no a casi todo gritan Juntos por el sí, está todo del revés.