lunes mineral

El silencio como regalo

Alejandro Togores Sosa (Santa Cruz de Tenerife, 1945) agradeció públicamente a Martín Chirino el silencio que le ha obsequiado cada vez que le fotografiaba en su taller, en plena faena. Tuvo que ser un silencio elocuente, de los que se graba para siempre, de los que jamás se olvidan. Lo dijo Togores en el curso del acto de apertura, en el Parlamento de Canarias, de una exposición fotográfica sobre un artista canario universal, Martín Chirino. Y en el silencio brotó la fábula, que descubrió a lo largo de casi dos décadas de seguimiento constante, plasmado en la colección de instantáneas que forma parte del programa de la decimotercera edición de Fotonoviembre, promovida por el Cabildo tinerfeño y su Centro de Fotografía Isla de Tenerife-Tenerife Espacio de las Artes (TEA). Si antes, en un excelente documental, Togores recorrió los pliegues del “escultor del hierro”, ahora deja sello fotográfico de un lúcido y brillante quehacer artístico. Un recorrido iniciado en 1971 y que llega hasta nuestros días. Alejandro Togores, periodista, artista plástico, director de documentales y miembro de la Academia de las Artes y las Ciencias de Televisión, trabajó muchos años en Televisión Española, donde vivió los avances y las transformaciones tecnológicas, siempre con ganas de aprender y de aportar un acento diferente, una visión crítica y esmerada de cualquier acontecimiento que habría de cubrir. Heredó esos afanes de su padre, a quien conocimos y tratamos en alguno de sus saltos atlánticos, cuando nos dedicó 7 vertientes para el discurrir filosófico, uno de sus libros publicado en Venezuela. Siempre explorando, incursionando más allá de los convencionalismos y de los corsés del medio, queriendo hacer cosas nuevas y originales, creó ALOE, el Aula Libre de Orientalismo y Ecología, una asociación cultural sin fines lucrativos en la que incluye su gran sueño de una suerte de museo de la imagen y de la Comunicación Audiovisual. Togores, interesado desde comienzos de su trayectoria en el lenguaje visual, alcanza en esta colección lo que se propuso: crear un clima emocional y de pensamiento apto para adentrarse en las interioridades del hierro que fluye por las manos de Chirino hasta materializar las ideas que quiso realizar. De modo que el silencio regalado por el artista ha sido el mejor aliado que -en este caso- el fotógrafo encontró para inmortalizar su paciente y creativa interpretación. No se detuvo a escribir cuentos en verso, como en la rumba, sino que inspiró el grito callado de la manifestación escultórica, haciendo buenas las palabras de Octavio Paz: “Desembocamos al silencio, en donde los silencios enmudecen”. Es todo un tributo a quien considera que “en el arte lo que importa es el no yo”, sabia definición del propio Chirino.