Otras coordenadas

Tiempos de cambio

Pocas obras más premonitorias he leído últimamente como el libro La Revolución de la Riqueza (2006), de Alvin y Heidi Toffler, donde hacen una descripción de la nueva “economía del conocimiento”, heredera de la economía industrial, que está cambiando radicalmente el mundo de la economía globalizada. Desde que se escribió a la fecha resultan esclarecedoras buena parte de sus tesis. La revolución del conocimiento será fuente de oportunidades para mejorar la vida de todos. Se acabó la sociedad de masas, donde los trabajadores de clase media se convierten en creativos desarrollando sus propias iniciativas, buscando soluciones, sin la ayuda de los gobiernos. Aparecen, junto a las empresas tradicionales, empresas sociales, culturales y de educación. El modelo de pensamiento retrasa adecuarnos al cambio de paradigma. La velocidad de los cambios desajustan el centralismo de las empresas, la uniformidad de la educación o el papel de los propios Estados.
Nos parece sugerente como punto de referencia el libro de los Toffler, Ensayo de la globalización, para entender la actual situación española y más cerca la canaria. Hay quien señala que el acuerdo social sostenido en la Constitución Española del 78, por razones competenciales y territoriales, se precisa actualizar. Los conflictos de unificación, liberalización del mercado, afectan al primero y de manera forzada el caso catalán al segundo. En periodo electoral los mensajes se amplifican.

La adaptación a la economía globalizada implica un cambio mayor que lo que significó la transición del estado franquista al actual. Para que exista una democracia liberal debe haber economía de libre mercado, gobierno representativo y derechos jurídicos. El sistema del 78 nos dio un gobierno razonable, pero ni la economía ni los derechos jurídicos han conseguido estabilizarse, al crujir el estado territorializado. Las mismas se ponen en duda, impiden acomodarnos a la economía globalizada y dan lugar a extrañas paradojas.
España heredó el sistema estatista franquista sin anestesia, cuya pequeña dimensión y alta centralidad originaria ha sido deconstruida en su natural evolución de 40 años. De manera que hoy tenemos un exceso de mal Estado y de coste insoportable, enfrentado sin rumbo a la globalización. En nuestra lectura el papel actual del Estado le obligará a ser inclusivo, permitiendo la natural adhesión de los ciudadanos a las instituciones, minimizando las presiones corporativas. Centramos nuestro análisis en cinco temas, básicos en su lectura desde la Constitución, desde la crisis actual, desde la discusión electoral y con el fondo de la globalización. Son el modelo económico, el territorio, la escuela y el idioma, el empleo y la religión.

La Constitución del 78 consagra España bajo un modelo de economía social de mercado. La sociedad y el mercado español con 40 años, ni se parecen. De manera que el potente Estado reduce su acción social a los incluidos. Para minimizar las presiones corporativas deberán actualizar el diseño y ayudar a partidos, organizaciones empresariales y sindicatos, todos ellos directos herederos de los modelos franquistas, el Estado debe arbitrar y no jugar los partidos. La implantación del Estado de Autonomías sin duda ha permitido el desarrollo ante la centralidad, democratizar y poner en marcha los recursos y empresas locales. La rotura vía normativa del mercado único en diecisiete es hoy un lastre evidente al desarrollo. Los derechos se trasladan a los territorios, cuando son del ciudadano. Se fuerza lo local para evitar que funcione el mercado único.

Con la escuela y el idioma se refuerzan identidades desagregadas, forzando a su vez los mercados ideológicos. Ni Azaña en la Segunda República permitió tanto. Con la escuela sin gobierno unificado es difícil salir de la Ley Educativa por legislatura y de la cola del informe PISA. El caso del español proscrito en España no se lo creen en ningún país del mundo, y seguimos utilizándolo para segmentar mercados, economías y políticas. Con el empleo consagramos un mercado dual, cuyo cambio inició el actual Gobierno y ya quieren revertirlo, la pérdida de flexibilidad y el propio incremento del salario mínimo expulsan del mercado a las bajas cualificaciones y a los jóvenes.
Y dejo para el final el problema de la religión que surge electoralmente para segmentar el voto. La moral pública debe estar por encima de las religiones, en España también ésta es herencia de la cristiana. Pretender aculturizar nuestra sociedad prohibiendo crucifijos, procesiones, belenes y demás, va en contra hasta de quienes nos confesamos agnósticos cristianos.

*ARQUITECTO Y URBANISTA