superconfidencial

¿Y si llega diciembre?

1. ¿Qué hago yo, si llega diciembre? ¿A dónde voy, a quién le compro el regalo de Navidad? ¿Con quién salgo la noche de Reyes? Si llega diciembre yo no quiero estar donde estaba sino volar y verlo todo desde arriba. Siento lluvia, que no es lluvia, sino que son lágrimas, gotas enormes que empañan los cristales. No habrá cena de Nochebuena, no escucharé los villancicos, tampoco serán noches de paz, ni noches de amor, ni noches de nada. ¿Y si llega diciembre? Ya están aquí unas fiestas que este año no serán como siempre. Ya lo sé: el mundo sigue girando, pero yo no pertenezco a él porque vivo en una mala nube que me sacude constantemente, una nube de tormenta. Si llega diciembre deseo que pase pronto, como un soplido y que no me perturbe más, que no agite más cruelmente los recuerdos. Que me deje en paz.

2. ¿Qué hago yo, si llega diciembre? Me pongo quizá a escribir compulsivamente, a leer compulsivamente, que, en mi caso, son dos remedios contra el dolor, pero dos remedios no del todo eficaces. Roto por dentro, sonriente por fuera, mojado por mis propias lágrimas e indiferente a todo lo que pasa a mi alrededor. Yo pensé que el alma no dolía, pero vaya que si duele. Pobre de mí, me burlaba del dolor porque nunca lo había sentido con esta intensidad. He perdido el sentido del tiempo, pero sé que inevitablemente diciembre va a llegar. Y no quiero.

3. La noche está cubriendo la ciudad. Me asomo a la ventana y observo los primeros aviones de la mañana, con sus destellos verdes y rojos; unos al Norte, otros al Sur. No se mueve nada. Las luces de los semáforos sobran: no circulan coches, sólo un taxi vaga por las calles en busca de nadie; tampoco se ven clientes que puedan pararlo. Avanza noviembre con decisión para dar paso a las noches de paz, a las noches de amor y a las noches de nada. No hay nadie a mi lado. Se ha ido. Todavía la oigo decir: “Duérmete, no pasa nada”, cuando una pesadilla turbaba mi sueño. ¿Y si llega diciembre? No sé si lo voy a resistir, sin ella, que siempre estaba allí, siempre a mi lado.