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¡Al suelo, que vienen los nuestros!

1. Pío Cabanillas fue aquel ministro de Información y Turismo de Franco, luego ministro con la UCD, autor de algunas frases que hicieron fortuna. Entró en política de la mano de Fraga Iribarne, era tan inteligente como él, aunque mucho más sutil. Tuvo un hijo ministro con Aznar, era gallego, como Fraga, y notario o registrador en La Palma, una isla a la que vino pocas veces, a firmar. Una de esas famosas frases es la que da título a este artículo, “¡Al suelo, que vienen los nuestros!”, que resumía lo difícil que resultaba poner de acuerdo a todas las familias de la bendita UCD, el partido que hizo nada más y nada menos que la no menos bendita Transición política española, tras la muerte de Franco. Una vez, siendo subsecretario, una periodista le preguntó a Pío Cabanillas, en las vísperas de unas elecciones democráticas, que quién creía él que iba a ganarlas. Y el gallego contestó: “Ganaremos, señorita, no sé quiénes, pero ganaremos”.

2. Lo que ha ocurrido en España el domingo es insólito y absurdo. Una chica de 30 años me decía, con cierta amargura, en la noche electoral, cuando ya se conocían los resultados: “Voté a Ciudadanos, ¿me quieres decir para qué?”. España entera ignoró el voto útil y votó con el corazón, que es una forma romántica de hacerlo pero perfectamente inútil. ¿Y ahora, qué? ¿Nos ponemos en manos de los que basan todo su programa en postulados sociales inalcanzables, sin que se proteja a empresarios y grandes empresas que creen riqueza y empleo, sin seguir directrices económicas mundiales, sin ser enemigos de la economía de mercado y del liberalismo? La política no es un ejercicio de romanticismo sino una ciencia que le viene dada a los más listos.

3. A ver quién torea este morlaco en el que se ha convertido España. Una España ingobernable, a no ser que los partidos que lo han hecho y que saben lo difícil que es mantener el tipo se pongan de acuerdo para buscar una fórmula que sirva y que dure. Si este es un país difícil de gobernar por naturaleza, no sé de qué se alegran tanto los emergentes porque se haya roto el bipartidismo. No saben lo que dicen.