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Alberto Omar

A mi edad, y con la grata constancia de los inolvidables trechos de camino en común, no debo sorprenderme por las notables entregas que, en su serena y espléndida madurez, nos brinda el escritor de más amplia y variada trayectoria de un grupo que, sin vínculos estéticos ni ideológicos, unidos sólo por la cronología, produjo novelas para certámenes regionales en la lenta agonía del franquismo. Al rebufo de la ola latinoamericana, algún osado habló del boom de la narrativa canaria de la que hoy sólo queda la memoria adolescente, los coletazos puntuales de algunos nombres y, entre las contadas excepciones, la épica continuidad de Omar Walls que, como siempre a su aire y ajeno a conveniencias y coyunturas espurias, narra cada vez con mayor ambición y riqueza y, como aportación de la experiencia, con los angulares abiertos a los paisajes interiores -la psicología de sus tipos complejos- y a los exteriores que recrea, con precisión e, incluso, cierto lirismo, en un discurso relacionado formalmente con sus antiguas y profundas querencias por las artes visuales.

Después de la friolera de treinta y tres títulos -para todos los géneros y alguno con percha documental-, Alberto acomete un ambicioso empeño literario, situado en el siglo XVII, la centuria de las sombras al dictado del rigor tridentino, y con un abanico de caracteres que, exponentes de las virtudes y vicios de la Contrarreforma, obra de imposición hispana, muestran también las claves de las sociedades mestizas que, tras su ensayo en Canarias y bajo norma, credo e idioma castellano se extendieron a través del Océano Atlántico.

Con La Laguna como escenario central, y las alternativas territoriales que nacieron en los horizontes americanos, estamos ante un cronicón con hechos que coinciden en el tiempo y personajes que se cruzan en situaciones comunes para trazar y completar sus desenlaces; un vasto inventario de sentimientos y comportamientos bajo múltiples perspectivas de una historia común. En La sombra y la tortuga (Nace, 2015) lo menos importante es la naturaleza de los acontecimientos y personajes, reales o imaginados; lo notable y trascendente es la visión verosímil de una época pasada y la presentación realista, costumbrista incluso, del estilo de vida y de las creencias y escalas de valores de ese periodo, metas que el escritor alcanza con ventaja y lucidez en una relación sin quiebras ni altibajos de quinientas páginas.