por qué no me callo

El barro y el ramo de azucenas

Concluida la última convocatoria electoral, el año cierra el quiosco y se da por amortizado. Ha sido una odisea densa y embarullada, en que todo lo tapa por último el mix de incidentes final a la hora del pertinente inventario del ejercicio: los atentados de París, la cornada de Pedro Sánchez en el duodebate, el zarpazo del hooligan pontevedrés y la caricia de Merkel, más, a título escabroso, el secuestro y asesinato del empresario nuestro del sur, el miamivice. Por lo inaudito de la secuencia en la hemeroteca de la criminología local, enseguida busqué un precedente a mano y estos hechos me trajeron a la memoria el crimen del empresario turístico francés Jean-Paul Raguet, hace treinta años, en el Puerto de la Cruz. Un trabajo de sicarios, como, al parecer, viene al caso. Ahora, la ristra improvisada de temas (y anatemas) del catálogo del año corresponde, como digo, a una fracción de tiempo cercana, las postrimerías del diabólico año electoral, como si lo más llamativo se concentrara en unas pocas semanas, lo cual es engañoso y los resúmenes consiguientes lo demostrarán. Añadan los exégetas el avión desintegrado por una bomba sobre el Sinaí, la bomba del cese de Abreu en La Laguna y, de postre, el vacilón del mamotreto, con la yenka de la sentencia. Porque el rap del parking de Las Teresitas sería un pelotazo en Carnavales, si Dionis se animara. No recuerdo un culebrón tan kitsch dentro del género demoliciones
-que lo hay-.

Está el hecho de un arquitecto de renombre mancillado desde que pisó la isla, Perrault, y como secuela, una especie de edificio-maleficio en el corredor de la muerte, de crónica de una muerte anunciada y tópicos por el estilo. Uno repasa las cuentas pendientes con inmuebles en pie de otras ciudades y descubre, como digo, que en casi todas partes cuecen habas y hay un recinto afeado por unos y apuntalado por otros, sobre el que pende la espada de Damocles del derribo inexorable. Cuando en 2012 le decían a Rajoy desde Europa que pidiera el rescate, España era ese edificio fantasma que no acababa de venirse abajo. Esta misma campaña electoral ha sido demoledora (por las tarascadas) y los cuatro contrincantes que han bailado en las encuestas parecían máquinas excavadoras contra los cimientos del adversario. A las urnas se llegó con la sensación de que el país no podía más y se tambaleaba como el presidente en el paseo de marras. El hecho de que los Carnavales estén tan cerca promete que a la alegoría de los 80 la solapen por momentos la campaña electoral y los memes que ha dado de sí. Los mercados han seguido el 20D como si el país se fuera al garete cual mamotreto según qué resultado. Ese peligro inminente, que traía a colación el síndrome de Grecia, era una de las exageraciones al uso de los oráculos de esta crisis de nervios además de económica. Desde hoy, el proceso del día después cogerá el rumbo que marca el escrutinio y, como siempre -España no conoce una situación condenadamente inestable en democracia tras la demolición de UCD- habrá gobierno y país funcionando. En la víspera de los comicios tuve oportunidad de hablar en una misma semana con el ministro de la ortodoxia económica Luis de Guindos (Punto de Encuentro de DIARIO DE AVISOS) y con el joven teórico europeo Christian Felber, de la economía alternativa del bien común -los dos polos-. Siendo, genuinamente, este último, como los partidos emergentes, un producto ideológico de la indignación a raíz de la crisis, la suya es una profilaxis que se adapta a las circunstancias: no le gustan los partidos, pero como no hay otra cosa en el menú, colabora con ellos; le disgusta el capitalismo, pero como es el que sirve la mesa, asume la mayor y propone retoques del sistema para hacerlo transparente y participativo; rechaza la Monarquía, pero, a la hora de establecer los derechos soberanos, se inspira en las prerrogativas de la Corona, y, a pesar de que no traga el edificio de Europa, cada vez que lo llama el Parlamento Europeo acude y defiende sus preceptos. Quiero decir que, después de la tormenta, llega la calma y toca sentarse a hablar constructivamente. El propio Alfonso Guerra, al que escuché en Adeje estos días de contienda, recordó que Lorca bajaba al barro. El poeta decía que “hay que dejar el ramo de azucenas y meterse en el fango hasta la cintura para ayudar a los que buscan las azucenas”. Estas ya no son horas de barro, sino de recoger el ramo de azucenas de nuevo. Finaliza el maratón de elecciones 2015, que transformó el escenario de un país en un plató televisivo, y en esa telerrealidad se dijeron muchas cosas y disparates en aras del voto compulsivo, que ahora conviene matizar con los focos apagados y las urnas en el almacén. Porque viene el gordo, toca la liturgia de los regalos. Acaba la campaña electoral y empatamos con la campaña de Reyes. Feliz Navidad